El suelo tembló nuevamente bajo sus pies, un recordatorio de que no podían retroceder. El aire, que antes había sido extraño y vibrante, ahora se volvía pesado y espeso, como si todo el mundo estuviera contenía en un suspiro. Samantha y Alexander se miraron una vez más, como si en ese intercambio de miradas pudiera comprenderse todo lo que había sucedido hasta ahora y todo lo que vendría.
El paisaje que los rodeaba seguía siendo una distorsión de lo familiar y lo ajeno, pero esta vez algo en su interior les decía que el momento de la verdad se acercaba. Las figuras que antes llenaban las calles parecían moverse hacia ellos, pero de una manera que no era hostil ni amigable, sino expectante, como si estuvieran esperando una acción, una señal que les indicara que los dos habían comprendido lo que se les pedía.
"La decisión es nuestra," murmuró Alexander, casi para sí mismo, mientras observaba a su alrededor, estudiando los movimientos de las sombras que parecían acecharlos. "No podemos t