La grieta en el cielo se abrió ante ellos como una puerta hacia lo desconocido. La luz que emanaba de ella no era cálida ni fría; era simplemente intensa, como si pudiera absorberlos y transformarlos en algo completamente diferente. La figura frente a ellos no dijo palabra alguna, pero su presencia era como una guía silenciosa, indicándoles que el momento de tomar una decisión irrevocable había llegado.
Samantha sintió que el aire a su alrededor se volvía denso, pesado, como si cada molécula de oxígeno fuera un recordatorio de la responsabilidad que recaía sobre ellos. La figura, que había permanecido en silencio hasta ahora, extendió ambas manos, invitándolos a dar el siguiente paso.
La imagen de lo que habían dejado atrás-el mundo conocido, sus seres queridos, la vida que habían llevado hasta ese momento-flotaba en la mente de Samantha como un eco lejano. Los recuerdos se entrelazaban con la incertidumbre de lo que vendría, pero también con una sensación indescriptible de que su des