Capítulo 17 – Trazas y rabia.
La casa estaba en silencio. Gabriela cerró la puerta detrás de sí, apoyó la espalda contra la madera y soltó un suspiro que parecía contener semanas de tensión. La jornada en la corte la había dejado vacía, drenada. Había sido fuerte, sí, pero por dentro la fuerza ya dolía.
Dejó caer la cartera sobre el sofá, caminó sin rumbo hasta el bar y sirvió una copa sin pensarlo. No lo hacía por costumbre, sino por necesidad. El vino se deslizó por su garganta, amargo, espeso, como la rabia que le quemaba por dentro.
Adrián y León entraron detrás de ella, hablando en voz baja. La miraban con cuidado, como si fuera una bomba a punto de estallar.
—Podemos ganar —dijo León, abriendo su portafolio sobre la mesa—. Lo que está a tu nombre son bienes heredados, no forman parte del matrimonio. Y eso el juez lo sabe.
Gabriela bebió otro sorbo, sin mirarlo. —Sí, pero la manutención… —su voz sonó tensa—. No quiero que ese hombre reciba un solo peso mío.
Adrián se acercó, apoyando las manos sobre la mesa.