La oscuridad bajo el escritorio era un refugio ilusorio, el hedor a humedad y a aceite rancio asfixiante. Elena, paralizada por el miedo, escuchaba la respiración de Oleg, pesada y amenazante, mientras se acercaba. Su voz, gélida, había revelado que sabía de su presencia. Estaba acorralada.
El sonido de los pasos de Oleg se detuvo justo al lado del escritorio. Elena contuvo la respiración, su cuerpo tenso, los ojos cerrados con fuerza. Podía sentir la sombra que se cernía sobre ella, la inminencia de ser descubierta, de ser arrastrada a la luz y a las consecuencias que eso traería. La mano de Oleg se movió, y Elena sintió una ligera presión en el borde del escritorio, como si se estuviera apoyando en él.-Sé que estás ahí -murmuró Oleg, su voz tan baja que Elena apenas la escuchó, un susurro que era más aterrador que un grito.Elena no respondió. Su mente, a pesar del terror, intentaba desesperadamente encontrar una salida, una estrategia. P