El "Barco Fantasma" gemía su último aliento, inclinándose más y más sobre las turbias aguas del Orinoco. El oro de los Corsarios, la maldición de Francesco, brillaba bajo la luna, su destino sellado con el del barco. Leonel yacía sin vida. Las sirenas de la policía eran un coro ensordecedor, sus luces azules y rojas bailando sobre la superficie del río. Lucas y Elena se enfrentaban a Francesco Russo, el último de los enemigos, en un duelo final en la cubierta que se hundía.
—No lo harás —dijo Francesco, su voz cargada de pánico, su pistola apuntando a Lucas. Sus manos temblaban, no de miedo a Lucas, sino de la desesperación por la pérdida de su imperio que se hundía ante sus ojos.
—Obsérvame —Lucas respondió, su voz gélida, una promesa de muerte en cada sílaba.
Lucas se lanzó. No con la furia ciega de la desesperación, sino con la precisión fría de un depredador que había acorralado a su presa. Francesco disparó. Una bala silbó, impactando en el metal de la cubierta con un clang sordo