El ascenso por la estrecha escalera de metal, con Leonel colgado entre ellos, fue una agonía. El rugido de los motores y el calor sofocante de la sala de máquinas se disipaban lentamente a medida que se acercaban a la cubierta. El compartimento de carga, donde Oleg yacía muerto, quedaba atrás, un sombrío recuerdo de la brutalidad de Lucas. Elena, sus músculos doloridos y su rodilla ardiendo, se aferraba a la esperanza de la salida.
Finalmente, llegaron a la escotilla en el techo. Era pesada, oxidada y atascada. Lucas la empujó con el hombro, con un gruñido. La escotilla chirrió, cediendo lentamente, y una ráfaga de aire fresco, mezclado con el olor a salitre y a humo, les golpeó el rostro.
Con un último esfuerzo, Lucas la abrió, revelando la oscuridad de la noche. El sol se había puesto mientras estaban atrapados en las entrañas del barco. La luna, una perla pálida en el cielo oscuro, iluminaba débilmente la cubierta del "Barco Fantasma".
Subieron a la cubierta, el aire fresco era un