El sedán blindado se deslizaba por las calles mojadas, las luces de la ciudad parpadeando como ojos distantes en la noche. Dentro, el silencio era casi opresivo, roto solo por el suave zumbido del motor y el siseo de los neumáticos sobre el asfalto mojado. Elena, todavía temblorosa por la adrenalina, observaba el perfil pétreo de Lucas. Sus manos aferraban el borde del asiento, intentando controlar los espasmos de su cuerpo.-¿A dónde vamos? -preguntó Elena, su voz un poco ronca. Había esperado una respuesta, una explicación, pero Lucas no dijo nada. Sus ojos seguían fijos en la carretera, su mandíbula tensa.El silencio se estiró, pesado y denso. Elena sintió la frustración crecer en su pecho. Él era un muro, inexpugnable, y ella, la mujer que lo había amado, estaba atrapada en su interior.De repente, Lucas dio un volantazo brusco, el coche derrapando por un instante antes de recuperar el control. Elena se lanzó hacia adelante, golpeándose contra el asiento delantero.-¡Lucas! ¿Qué.
Leer más