La alarma seguía aullando en el vasto almacén del puerto de Londres, un estridente lamento que se mezclaba con el eco de los disparos y los gritos. Elena, con el USB y las páginas arrancadas del libro del "Barco Fantasma" escondidas en su falda, sentía el corazón martilleándole en el pecho. La oficina, antes un refugio precario, ahora se sentía como una trampa. Tenía que salir. La distracción de Lucas y Ramiro era su única oportunidad.
Salió de la pequeña oficina, sus pasos amortiguados por la prisa y la tensión. El pasillo de servicio estaba desierto, una senda oscura que contrastaba con el caos que se desataba en el almacén principal. El olor a pólvora y a sudor era cada vez más fuerte, un indicio de la brutalidad del enfrentamiento.Se acercó sigilosamente a la entrada del pasillo que daba al almacén. Desde allí, podía ver el caos. Hombres armados, con los uniformes oscuros del equipo de élite de los Russo, se movían con una eficiencia letal, sus armas