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El Día Que Me Fui, Florecieron Las Flores.

El Día Que Me Fui, Florecieron Las Flores.ES

História Curta · Contos Curtos
Scarlett Flame  concluído
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Índice

Tras ocho años de matrimonio, por fin estaba embarazada del bebé de Claude. Era mi sexto intento de fecundación in vitro, y la última oportunidad. Los médicos dijeron que mi cuerpo no aguantaría más. Llena de alegría, me preparaba para darle la noticia. Pero una semana antes de nuestro aniversario, recibí una foto anónima. En ella, él inclinaba la cabeza para besar el vientre embarazado de otra mujer. Esa mujer era su amiga de la infancia. La que había crecido con su familia. Dulce, obediente, la nuera ideal que siempre supo complacer a los mayores. Lo más ridículo era que toda su familia conocía la existencia de ese bebé. Solo yo era la única tratada como un chiste. Resultó que el matrimonio que había sostenido con el alma llena de cicatrices no era más que una mentira cuidadosamente tejida por ellos. ¡BASTA! Ya no quería a Claude. Mi bebé no nacería entre mentiras. Pensando en esto, reservé un boleto de avión para irme, justo el día de nuestro octavo aniversario. Ese día, él debería haberme acompañado a ver el mar de rosas; una promesa que me había hecho antes de casarnos: me regalaría un mar de flores solo para mí. Pero nunca imaginé que, en cambio, lo vería besando apasionadamente a su amiga embarazada justo frente al jardín de rosas. Cuando me fui, él comenzó a buscarme por todo el mundo. —No te vayas, ¿de acuerdo? —suplicó— Me equivoqué. Por favor, quédate. Plantó las rosas más hermosas del mundo en aquel jardín, como si al fin hubiera recordado la promesa que me había hecho. Pero yo ya no la necesitaba.

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Capítulo 1

Capítulo 1

—Señora Angélica, tras seis intentos de fecundación in vitro por fin logró el bebé. ¿De verdad quiere renunciar?

—Estoy segura.

No había dormido en toda la noche. Mi voz sonaba ronca, pero mi mente estaba extrañamente lúcida.

La intervención fue programada para una semana después, justo el día de nuestro aniversario de bodas.

Una notificación emergió en mi celular:

"Claude compra una mansión de lujo y planta personalmente un jardín entero de rosas. Una vez más le declara al mundo que solo ama a Angélica."

Innumerables comentarios aparecieron al pie, cada uno envidiando su amor. Pero yo no podía evitar sentir una amarga ironía.

Apenas confirmé el embarazo, estaba ansiosa por darle la noticia a Claude. Pero, entonces, recibí un mensaje de un número desconocido.

En la foto, la amiga de la infancia de Claude sonreía con dulzura. Claude besaba el vientre abultado de la mujer, con una expresión feliz.

Este bebé, concebido tras el dolor de seis fecundaciones in vitro, parecía burlarse de mí, recordándome que solo era un chiste.

En eso, la puerta se abrió, dando paso a Claude, quien a ver mis ojos enrojecidos se alarmó al instante.

—¿Qué pasa? ¿Falló otra vez la fecundación? No llores. Incluso, si nunca tenemos un bebé, con tenerte a ti en mi vida me basta.

¡Qué hipócrita!

Su bebé estaba a punto de nacer.

Claude no notó mi rareza y siguió consolándome en voz baja.

—Amor, en una semana es nuestro aniversario. Te he plantado un mar de rosas.

Lo miré fijamente, aturdida. Pero no discutí, ni siquiera dejé que vislumbrara mi dolor, consciente de que, con el poder e influencia de Claude, jamás me dejaría ir.

Así que debía reunir pruebas y divorciarme.

—Yo también te preparé un regalo de aniversario. Te lo daré en una semana.

—¿En serio? Estoy deseando verlo —dijo Claude, lleno de alegría—. No llores más. Ve a lavarte la cara. Te llevaré a cenar a la casa de la familia.

A la madre de Claude nunca le caí bien, por lo que solo nos veíamos una vez al mes, en aquellas cenas.

—Angélica, pase lo que pase, no le des importancia a lo que diga mi madre —me advirtió Claude, tomándome de la mano al saber cómo era ella.

Apenas entramos, oí las risas de la mujer.

—¡Dios mío! ¡Qué bebé tan hermoso!

Me detuve en seco. Reconocí a la mujer a su lado: era la protagonista de la foto del embarazo.

La sonrisa de la madre de Claude se borró con tan solo verme, y, rápidamente, le pasó una ecografía a su hijo.

—Mira al bebé de Mabel. ¡Tiene tu nariz!

Los ojos de Claude brillaron con un destello de pánico. Su tono contenía una advertencia velada.

—Mamá, no bromees. Es el bebé de Mabel. ¿Por qué se me parecería a mí?

El padre de Claude también reprendió a su esposa:

—No creas que todos los bebés se parecen a tu hijo. Angélica está aquí. Mide tus palabras.

Mi corazón se heló por completo. Mis manos temblaban incontrolablemente.

Resultó que todos en la familia de Claude sabían de la existencia de Mabel. ¡Solo yo había sido mantenida en la oscuridad!

Me senté a la mesa como un autómata, mientras Claude me atendía con esmero.

—Amor, los langostinos hoy están muy frescos. Yo te los pelo.

Claude actuaba con normalidad, tratándome como siempre.

—Qué bien trata Claude a su esposa. Me da mucha envidia. A mí también me gustan los langostinos. ¿Podrías pelarme unos?

Mabel interrumpió de pronto, con voz cargada de provocación.
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