Luciana intentaba no llorar, pero era inevitable, en su corazón la lucha interna entre sus nuevos sentimientos y la lógica sobre Ferraro, se enfrentaban en un duelo.
Dario la miró, la furia se había desvanecido, reemplazada por una profunda tristeza y la comprensión de que su vida estaba realmente en juego. No por la bala de un enemigo, sino por la traición de la mujer que amaba si él fallaba en su confianza.
— Si yo te hubiera mentido, no estarías viva. Te habría eliminado antes de que te convirtieras en una amenaza. Te habría dejado morir en la donde te encontré en las manos de Greco, o te habría entregado a Marco. Pero te traje aquí… — Tomando aire profundamente — Y te lo diré de nuevo, Luciana. Por la memoria de mi padre y por la de mi hermano, te juro que Stefano Greco mató a mi padre. Lo mató para incriminar a mi familia y tomar el control de los negocios del Norte.
Luciana se detuvo frente a él con sus ojos llenos de lágrimas contenidas, ella quería creerle.
— Pero, ¿cómo puede