Leo frunció el ceño, mirando el rellano de la escalera que conducía a la suite. Había notado el cambio en su jefe. No era solo la recuperación física. Había una ligereza, un aura de paz alrededor de Dario que no existía antes de la tormenta.
Más que eso, había sentido el aire cargado de la habitación, y la mirada de Luciana con una mezcla de terror y alegría juntas.
— Leo, escúchame bien, sé que ella tiene la mejor de las intenciones, pero todos estamos arriesgando el pellejo aquí — Le había dicho por lo bajo — Todos en este lugar tenemos algo en común, nos une el odio hacia Greco, a todos nos debe algo, y queremos cóbralo, ¿Tú no?
Leo enarcó una ceja mientras la escuchaba.
— Si ella lo distrae...
Un pensamiento sombrío cruzó su mente. Luciana había sido vista con Marco Bianchi. Si ella estaba ganando la confianza de Dario, podría ser una traición, ¿Quién aseguraba que ella no estaba trabajando como doble agente para el policía?
A fin de cuentas, que Marco era uno de los perros falder