3 Enemigo Compartido

Dario cargó a Luciana a través de las ruinas hasta el todoterreno blindado. Abrió la puerta del pasajero y la soltó en el asiento como si fuera un saco de verduras.

Arrancó el motor con un rugido contenido. En segundos, dejaron la mansión de la Via del Vento en el espejo retrovisor. Con un frío intenso en el estómago, Luciana se dio cuenta de que era su rehén.

El viaje fue largo, silencioso, pero la tensión en el espacio cerrado del vehículo era ensordecedora. Luciana lo observaba a través de la oscuridad de la cabina. Él conducía con una concentración absoluta, con su mandíbula marcada y tensa.

— Me salvaste — susurró Luciana, rompiendo el silencio — Pero no por mí.

— ¡Por supuesto que no por ti! — replicó Dario, sin desviar la mirada de la carretera. Su honestidad brutal — Los hombres de Greco estaban esperando a alguien de mi red. Pero cuando recogiste la pista que dejé en el Palazzo Vecchio, entraste en su radar. Si te atrapaban, habrías cantado lo que no sabes, y habrías comprometido lo que sí sabes.

— ¿Me dejaste esa dirección para que la encontraran, entonces?

Dario giró la cabeza bruscamente, sus ojos grises como dagas.

— No seas tonta. La dirección era una trampa para ellos. No tenía previsto que la hija de Gracia Mancini se convirtiera en una detective de pacotilla, ni que Marco fallara en mantenerte fuera de esto.

— ¡Marco no tiene nada que ver! ¡Y no es una detective de pacotilla! Yo busco al asesino de mi madre. Y el asesino es de la familia Ferraro.

— Cambiemos la premisa, Luciana — dijo, y su voz se hizo peligrosamente baja — Tu madre comunicaba una alianza. No la mató un Ferraro. La mató el hombre que se ha dedicado a culpar a mi apellido por tres años.

— ¿De qué demonios hablas?

Dario tomó una respiración profunda, y su agarre en el volante se hizo más fuerte.

— Hablo de tu padrino, Luciana.

La acusación la golpeó con la fuerza de un shock. Luciana se echó a reír, un sonido histérico que no llegaba a ser divertido.

— ¡Estás loco! Stefano es mi protector. Me crio. Nunca se ensuciaría las manos…

— Tu padrino es un buitre — refutó con certeza absoluta — Y el robo del Codex... él lo orquestó. No por el dinero sino para crear caos, esperaba llegar a mí. Y tú caíste en su juego.

— ¡Es mentira!

— Stefano Greco tiene un odio patológico hacia mi familia. Y lo que es peor, él te tiene a ti en la mira, Luciana. No por ti, sino por lo que tu madre le dio.

Luciana sintió cómo su convicción flaqueaba ante la intensidad de su mirada. La manera en que Dario había desarmado a los hombres de Greco, la forma en que los humilló en lugar de matarlos, corroboraba su versión, era frío, pero no un psicópata impulsivo.

— ¿Qué le dio mi madre? — preguntó Luciana, sintiendo un escalofrío.

— Yo no lo sé todavía. Pero sí sé que tu madre estaba en posesión de algo valioso, algo que Greco y mi padre querían.

— ¡Sigues mintiendo, y eres un patán!

La boca de Dario se curvó en una media sonrisa peligrosamente sexi.

— Mejor, hablemos del precio de tu vida… — La chica volvió a tensarse, y él lo notó en el acto — Después de hoy, no estarás segura.

— No necesito su protección.

— ¡Oh, sí que la necesitas! Tienes una orden de captura por complicidad en el robo de arte — Ella dejó caer la mandíbula — Y con eso, una diana pintada en la espalda.

— ¿Qué? — casi chilló de la impresión. ¿Ladrona? ¡Eso no podía ser posible! — Pero yo no…

— ¿Crees que Marco te salvará? Stefano tiene contactos que convertirán la justicia de Marco en tu tumba.

La afirmación la golpeó. Se dio cuenta de que, si Stefano era el capo, tenía el poder de incriminarla ante la ley, y ni siquiera Marco podría ayudarla. Un silencio tenso e incómodo se instaló entre los dos mientras ella pensaba.

— ¿Entonces qué? — Rompió el silencio al cabo de un par de minutos — ¿Soy tu rehén?

— No. Eres mi aliada forzada — corrigió Dario, su voz descendió peligrosamente — Te necesito para entender por qué tu madre tenía algo que Greco quiere, y por qué se alió con mi familia. Y, sobre todo, te necesito para mantenerlo ocupado. Estarás bajo mi techo, bajo mi protección. Y harás exactamente lo que yo te diga.

Luciana sintió la rabia hirviendo. Él no le estaba dando una opción, era una orden.

— ¿Y si me niego? ¿Y si grito en la primera gasolinera?

Dario desaceleró el coche y lo detuvo al lado de la carretera, en un lugar donde solo había oscuridad y el sonido de las olas. Giró su cuerpo para encararla. La cercanía era abrumadora. Luciana podía ver el brillo salvaje en sus ojos grises.

— Si gritas, pondrás en peligro la vida de Marco. Y la tuya. Y, lo que es peor, jamás descubrirás la verdad sobre tu madre. Te he ofrecido un trato, Luciana. Venganza a cambio de obediencia.

Ella respiró hondo, sintiendo el calor de su aliento cerca de la cara. Estaba atrapada entre dos demonios.

— Odio esto — siseó, temblando.

Él sonrió. ¡Diablos! Era tan malditamente atractivo.

— El odio es combustible — respondió Dario, una sombra de algo parecido a la satisfacción cruzó sus cincelados rasgos — Úsalo para odiar a quien te traicionó primero, a Stefano Greco. Te estoy llevando a la Costa Amalfitana. Allí, no te encontrará ni la Mafia ni la ley.

Él reanudó la marcha en silencio, y Luciana se quedó callada asimilando la nueva realidad. Su padrino era su enemigo, y el hombre al que siempre creyó culpable de la muerte de su madre, ahora era su ¿Protector?

El viaje continuó durante horas, con una tensión que se hacía más densa con cada kilómetro. El silencio de Luciana no era de aceptación, sin embargo, el odio que había sentido hacia él, se había transformado en una necesidad tóxica de auto conservación de la manera más ilógica posible, una burla a sus sentimientos y a la memoria de su madre.

Una verdad que la asustaba más que las amenazas de Greco, sobre todo, porque no podía quitarle los ojos de encima a ese rostro perfecto tallado en piedra.

Finalmente, el coche se detuvo. Habían llegado a una bahía oculta. Frente a ellos, meciéndose suavemente en la oscuridad del Mediterráneo, había un yate de proporciones obscenas. Lujoso, privado, un refugio digno de un mafioso.

Dario apagó el motor y giró hacia ella. Su mano, grande y cálida, se movió con deliberada lentitud, rozando la curva de su mandíbula. Luciana contuvo la respiración.

— Luciana — su voz aterciopelada acarició sus entrañas mirándola fijamente.

Ahora, la última advertencia— susurró, y su pulgar se detuvo justo en su mejilla — Estás en mi juego, mi fiore. Y la próxima vez que intentes correr o acusarme sin pruebas, no te castigaré con un beso. Te castigaré con la verdad. Y la verdad en mi mundo, es mucho más cruda de lo que piensas.

Dario se apartó, abrió la puerta del coche y salió, su silueta recortada contra el cielo nocturno se movió con la gracia de un felino. Luciana se quedó paralizada en el asiento, con el cuerpo ardiendo bajo la caricia de su pulgar. La promesa de un castigo peor que un beso la había roto.

¿De qué otras cosas iba a enterarse? Todavía no asimilaba que le hombre que sintió como su padre en muchas formas, era en realidad un tipo peligroso y jefe de una mafia, ¡Y además, el padre de su mejor amigo!

Ella sintió una punzada en el corazón, ¿Y si Marco también estaba implicado?

Sacudió la cabeza para apartar los pensamientos.

« ¡No! no puede ser, Marco nunca se rebajaría a algo como eso, él siempre ha amado la verdad y la justicia, él, no. ¡No mi Marco! »

El aire frío del mar entró en la cabina envolviéndola por completo y sacándola de sus cavilaciones.

— Vamos, piccola — la llamó Dario desde afuera, abriendo su puerta — Es hora de que conozcas tu nueva casa — Luciana habría podido jurar que le vio un atisbo de satisfacción en su mirada más allá de lo obvio, el logro de tenerla parcialmente de su lado.

Ella salió del coche con los ojos fijos en la imponente figura de Dario. Sabía que había cruzado una línea de no retorno. Su venganza la había llevado a la guarida del diablo, directamente al infierno, y que, de ahí en adelante, no sabía lo que esperar.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP