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capitulo 4: ¡Estoy Embarazada!

Capítulo 4

Un mes pasó con la lentitud de un reloj estropeado. Virginia y Rodrigo cayeron de nuevo en su rutina: cenas caras seguidas de intimidad posesiva por parte de él, y gestos desesperados de afecto por parte de ella. Rodrigo seguía siendo frío y distante, pero extremadamente generoso, como si intentara compensar la carencia emocional con dinero. Virginia, por su parte, se había tragado su dolor inicial y se había forzado a creer en la versión de Rodrigo que ella amaba. Se decía a sí misma que la frialdad era estrés, la distancia era trabajo, y los regalos eran amor.

Sin embargo, algo no iba bien.

​Durante las últimas dos semanas, Virginia había estado inusualmente cansada. La somnolencia no era el letargo habitual de la tristeza, sino un peso físico que la anclaba a la cama por las mañanas. El perfume que Rodrigo usaba, una fragancia amaderada que siempre le había encantado, ahora le provocaba un asco repentino. Incluso el café, su ritual matutino, le revolvía el estómago.

​Una tarde, mientras revisaba su calendario y las citas de trabajo, se dio cuenta de algo que hasta entonces había ignorado por completo. Su ciclo no había llegado.

​Al principio, lo achacó al estrés. Es normal, me han pasado cosas muy fuertes, se dijo. Pero la idea, una pequeña chispa de pánico, se encendió en su mente. Bajó rápidamente a la farmacia de la esquina, con el corazón latiéndole desbocado.

​El apartamento se sentía silencioso y claustrofóbico mientras esperaba. Se sentó en el borde de la bañera, con las manos temblando, y observó el pequeño dispositivo de plástico.

​A los tres minutos, el resultado fue inequívoco: dos líneas rosadas.

​Virginia se quedó helada. La varilla de plástico cayó de sus dedos sobre el azulejo con un leve clac. No sintió la alegría extasiada que las películas prometían; solo un frío, profundo terror. Estaba embarazada.

​La noticia le cayó encima como una losa, reescribiendo de golpe el guion de su vida. ¿Un hijo? ¿Con Rodrigo?.

«Tengo que decírselo»

pensó Virginia, llevando una mano temblorosa a su vientre plano.

Virginia cierra los ojos y sonríe, tenía miedo, pero también la esperanza que Rodrigo sintiera lo mismo que ella.

Así que no espera mas, Virginia saca su teléfono y llama a Rodrigo inmediatamente, tenía que verlo esa misma noche.

Virginia cogió el teléfono con las manos sudorosas y tecleó el número de Rodrigo. Sonó una vez, dos veces. Un clic, y la voz de él, fría y profesional, cortó el silencio de la línea.

​—¿Sí? —Su tono, a pesar de ser su pareja, era de un director ejecutivo atendiendo una llamada de negocios, sin espacio para la ternura.

​—Rodrigo, soy yo —dijo Virginia, tratando de que su voz sonara firme, pero la emoción la traicionó ligeramente.

​—Virginia. Estoy terminando una videoconferencia. ¿Ocurre algo urgente?.

​—Es importante. Muy importante. No puedo hablar de esto por teléfono. Necesito verte, hoy.

​Hubo un silencio al otro lado, un silencio que a Virginia le pareció eterno, cargado con el peso de la incertidumbre. Podía oír el leve tecleo de un teclado de fondo.

​—Tengo una cena de negocios,No creo que pueda ser hoy . ¿No puede esperar a mañana por la mañana?.

—No. Tiene que ser hoy —insistió Virginia, su voz adquiriendo un inesperado matiz de autoridad. Se obligó a recordar que lo que llevaba dentro no era solo un miedo, sino una vida. Y esa vida les pertenecía a ambos—. Por favor, Rodrigo. Es algo que cambia las reglas. Es sobre nuestro futuro.

​Finalmente, el suspiro de Rodrigo llegó, pesado y molesto, como el de alguien al que se le ha impuesto una tarea trivial.

​—De acuerdo. Tendré que saltarme el postre. Te veré a las once en punto, en el apartamento.

​—Once está bien. Te espero.

​—Bien. Hasta entonces.

​Y colgó sin un beso audible, sin un "te quiero", sin una pregunta más.

​Virginia dejó caer el celular sobre la mesa de centro. El terror y la esperanza se batían en un duelo feroz dentro de su pecho. Había conseguido la cita. Ahora solo quedaba esperar las largas y agotadoras horas hasta las once de la noche. Se levantó, fue hasta el baño, y escondió la varilla de plástico en el fondo de un cajón. Quería que la noticia fuera lo primero que viera en sus ojos, no en un objeto.

Virginia llama a su amiga lili inmediatamente, necesitaba contárselo a alguien, y lili era su única amiga, Virginia era huérfana, no tenía a nadie en el mundo. Sus padres habían muerto en terrible accidente cinco años atrás.

​— Hola Virginia....Ya te extrañaba, ese hombre te trae loca​—Bromea Lili​—¿Qué pasa, estas llorando?.

​—No, no estoy llorando... es solo... —Virginia se obligó a respirar, sintiendo un nudo en la garganta que apenas le permitía hablar—. Lili, por favor, escucha. Necesito que me escuches, sin interrumpir.

​La voz de Lili se volvió grave y atenta.

—Estoy escuchando. Dime.

Hubo un silencio más profundo que el de la llamada con Rodrigo. Lili no tecleaba, no suspiraba. Solo silencio.

​—Lili, estoy embarazada.

El aliento de Lili se cortó al otro lado. Luego, un grito ahogado de sorpresa.

​—¡No! No... espera, ¿estás segura?.

— Completamente, estoy muy emocionada, le dije a Rodrigo que necesitaba hablar con él, así que esta noche, se lo diré.

Las horas pasaron muy lento para Virginia, demasiado, pero al fin, las 11:00 Pm llegaron, ella estaba lista para recibir a Rodrigo.

Se puso en hermoso vestido rojo y se recogió su largo y bello pelo negro en forma de cola, sus ojos cafés claros brillaban mas de lo acostumbrado esa noche.

Por fin, el timbre de la puerta, era Rodrigo, ¿Quién mas?.

​—Hola —dijo ella, su voz temblorosa de una mezcla de expectación y nerviosismo. Se inclinó para besarlo, él corresponde con un beso frío igual que el hielo.

​—Once en punto —declaró Rodrigo, mirando su reloj de pulsera antes de soltar un suspiro cansado—. Vamos. Estoy agotado. ¿Qué es lo tan importante que no podía esperar a mañana?.

​—Es sobre nosotros. Sobre nuestro futuro.

​Rodrigo se desabrochó el botón superior de su chaqueta, su paciencia visiblemente agotada. Sus ojos, del color del hielo, se fijaron en ella con una impaciencia profesional.

​—Virginia, por favor. Sé directa. He tenido un día larguísimo.

​Ella tomó una respiración profunda, sintiendo cómo el miedo retrocedía y la esperanza de una reacción amorosa tomaba el control. Llevó ambas manos a su vientre plano, el gesto instintivo, protector y lleno de significado.

​—Estoy embarazada, Rodrigo.

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