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Capitulo 2: Todo Lo Hago Por Ti.

Al mismo tiempo, Rodrigo llegaba a toda prisa a su enorme y elegante mansión, llena de lujos y cuadros costosos.

Sube rápidamente a la habitación principal, acostada en el elegante cama, estaba una mujer joven, hermosa, su cabeza estaba cubierta por una pañoleta color rojo.

Sus manos se veían pálidas, y notablemente delgadas, peri aun así, su belleza era obvia.

Rodrigo se acercó a la cama con una mezcla palpable de ansiedad y ternura. Sus grandes zancadas resonaron brevemente en la alfombra persa antes de que se detuviera junto a ella. Se inclinó, susurrando con una voz que habitualmente era dominante pero que ahora sonaba rota y suave.

— ​Alma... mi amor, ya estoy aquí. ¿Cómo te sientes?.

— Rodrigo... —Su voz era un hilo, más un aliento que una palabra— ¿Porqué no viniste anoche?.

— Lo lamento, tuve un inconveniente mi amor, pero ya estoy aquí, ¿Quieres que te traiga algo para desayunar? ¿Te apetece fruta?.

— No, no quiero nada, solo quiero saber...¿Aún no esta embarazada?.

Rodrigo bajo la mirada y suspiro.Se sentó con cuidado en el borde de la cama, tomando una de sus manos pálidas entre las suyas cálidas y fuertes.

—Alma... mi vida —su voz era un murmullo profundo, cargado de una culpa que no podía ocultar—. Hablemos de eso luego, ¿sí? Ahora lo más importante es que tú estés tranquila, que no te alteres.

— Solo te hice una pregunta, Rodrigo, si he permitido que tengas una amante, es para que nos de un hijo, así que quiero saber.....

— No, aun no, Alma, esto lo hago por ti, porque tus deseos son mis ordenes, pero nada mas.

— ¿Acaso no disfrutas hacerle el amor? Es una mujer hermosa, ¿Me vas a decir que no sientes deseos por ella?

Rodrigo apretó suavemente la mano de Alma, su mirada fija en el patrón de la colcha. El aire se había vuelto pesado, cargado de verdades no dichas y dolorosos compromisos.

— ​Alma, mírame —dijo, obligándose a levantar la cabeza. Sus ojos oscuros estaban llenos de una compleja mezcla de afecto, obligación y frustración_. No te mentiré. Es una mujer… atractiva. Y sí, soy un hombre. Pero te juro por todo lo que tengo que lo que hago con ella, la forma en que la toco, es solo… un medio.

​Hizo una pausa, su voz apenas superando el susurro_ Es un medio para lograr nuestro objetivo.

— Esta bien, perdóname, solo que a veces me ganan los celos, no es fácil saber que el hombre que amas esta con otra mujer, haciéndole el amor.

_ Ya Alma por favor....Mejor voy a buscar a Yadira para que venga a ayudarte a bañarte y cambiarte, a la 1:00 Pm es la cita con el Doctor Bernardo, necesitamos saber como el tratamiento.

Alma solo lo mira, la verdad era que había perdido las esperanzas de recuperarse hacia ya mucho tiempo.

Fue diagnosticada con cancer de Útero hacía ya dos años, para alma su vida quedó allí, y solo la ilusión de ser madre, la mantenía con vida.

Al mismo tiempo, Virginia llegaba a su departamento sintiéndose miserable.

Se va directo al minibar, saca una copa de vino, no le importaba que aun fuera de mañana. ella se sirve la copa hasta arriba, y se la toma como si fuera agua encontrada en el desierto.

Luego se tira en el sofá, sus ojos nuevamente se llenan de lágrimas, se sentía pésima, no sabía que pasaría con su relación con rodrigo de ahora en adelante.

Virginia se levantó del sofá, con la copa vacía aún en la mano. La resaca emocional era peor que cualquier otra. Caminó hacia la ventana, mirando la ciudad que se extendía indiferente a su dolor.

Entro al baño y abrió la llave de la ducha, las gotas de agua sobre su cuerpo, se sentían tan frías como la despedida que había tenido con Rodrigo.

Mientras tanto, en la clínica, el doctor Bernardo le daba a Rodrigo malas noticias.

— El tratamiento no ha resultado como lo esperábamos, no tenemos mucho tiempo señor De La O, su esposa cada vez esta mas y mas débil.

Rodrigo baja la mirada, y aprieta los puños de su mano. El puño de Rodrigo golpeó la mesa del despacho del doctor Bernardo con un ruido sordo y contenido.

​¡No! —su voz era un trueno bajo, lleno de rabia y desesperación_¡Doctor, tiene que haber algo más! Alma no... ¡ella no puede! Ella es mi vida, es mi todo. Hemos invertido una fortuna, la hemos sometido a cada tratamiento...

Señor De La O, créame, hemos agotado todas las vías probadas. El cáncer de útero de Alma está muy avanzado. Su cuerpo ya no responde a la quimioterapia. En lugar de mejorar, la está debilitando aún más.

​Se acercó a Rodrigo con una mano suave sobre el hombro.

— ¿Cuánto...? —murmuró, incapaz de formular la pregunta completa.

— Poco, meses tal vez.

Después de esas malas noticias, Rodrigo y Alma vuelven a su enorme y elegante mansión.

Ella, cansada por la salida, se acomoda en la cama con la ayuda de su cuidadora.

Mira a Rodrigo fijamente y le dice.

— No tenemos mas tiempo, necesito una motivación de vida, ve con ella, y ten relaciones nuevamente esta noche.

— Alma, no puedo, no soporto la presencia de....De ella, tanto así, que esta mañana hubo un disgusto entre los dos.

—¿Qué? No, no puedes hacer eso, tienes que ir y pedirle disculpas, Rodrigo, quiero un hijo tuyo, ¿Es tan difícil entender eso?.

Rodrigo no podía negarse, no podía decirle un

" No" Él tenía que cumplir todos sus deseos.

​Rodrigo asintió lentamente, la culpa y la desesperación arremolinándose en sus ojos oscuros. No había lugar para sus propios sentimientos en esta habitación, solo para la voluntad moribunda de su esposa.

— ​Está bien, Alma —su voz era apenas un soplo ronco—. Lo haré. Pediré disculpas... e iré esta noche.

En el gran vestíbulo de mármol, Rodrigo se detuvo y sacó su teléfono. Necesitaba preparar el escenario para la noche. La idea de volver a ver a Virginia, después de la discusión de la mañana y con la terrible noticia del médico aún fresca, le revolvía el estómago.

​Marcó su número. Tras unos segundos, Virginia contestó con una voz que sonaba apagada y distante, la resaca del vino y las lágrimas aún en ella.

​—¿Sí? —preguntó Virginia.

​—Virginia, soy Rodrigo. Necesitamos hablar —dijo él, su voz formal y carente de la suave intimidad que solía emplear.

​_No creo que haya algo que hablar, Rodrigo. Lo dijiste todo esta mañana —respondió ella, un temblor de dolor reprimido audible.

​_No. Lo que hice esta mañana fue... inaceptable. Te pido disculpas. Entiendo tu frustración y tu dolor _mintió con fluidez, cada palabra le quemaba la garganta—. Pero necesito verte. Esta noche.

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