El eco de la traición retumbaba aún en la mente de Amara mientras el frío de la madrugada se colaba entre los muros del antiguo refugio. Su respiración era lenta, pero el corazón latía con una mezcla de anticipación y fuego contenido. La sombra de los últimos acontecimientos aún pendía como un velo oscuro sobre Luminaria, y la amenaza de enemigos internos era más real que nunca.
Lykos apareció en el umbral, su presencia robusta como un muro infranqueable, pero con el brillo rojo de la preocupación en sus ojos. Sin una palabra, avanzó hacia ella y la tomó entre sus brazos, sintiendo la tensión acumulada en cada fibra de su cuerpo.
—No puedo dejar que la oscuridad nos consuma —murmuró él, con voz ronca, mientras sus dedos trazaban líneas de calor por su piel desnuda—. Necesito sentir que esto es real... que tú est&a