Capítulo 4: El nuevo CEO

—No todos lo aprueban —interrumpió Benjamín—. Esta decisión debió ser votada por mayoría del consejo, no impuesta desde los fundadores.

Carter y Daniel, los gemelos hermanos de Olivia, impecables con sus trajes oscuros intercambiaron una mirada. Eran nuevos en la sala, pero no ignoraban lo que significaba ese silencio denso, cargado de historia y traiciones.

Elijah intervino con voz grave:

—No estamos aquí para reabrir discusiones pasadas. Liam fue elegido con voto unánime. La junta está cerrada.

—Tu regreso es oportuno, Olivia. Y necesario. El legado de esta firma descansa sobre tus hombros tanto como sobre los de Liam. Todos aquí lo sabemos.

—Olivia no fue traída aquí para aplaudir desde la grada, será parte del nuevo comité estratégico internacional. Eso fue parte del acuerdo. —añadió James calmadamente.

Olivia finalmente tomó asiento, su postura erguida, desafiante. Frente a Liam. Justo como en los años de universidad. Excepto que ahora, lo que estaba en juego era infinitamente más grande.

Él habló entonces, con calma implacable:

—Como todos saben —comenzó Liam, retomando la atención de la sala—, hemos convocado esta reunión para formalizar mi nombramiento como CEO de Walton & Macmillan.

—Tenemos enemigos acechando. Inversores que dudan. Aliados que están probando su lealtad. Necesitamos un frente unido.

—¿Y yo soy parte de ese frente? —preguntó ella, con una media sonrisa helada.

—Siempre lo has sido. Lo sepas o no.

Los ojos de Liam se clavaron en ella. Desafiantes. Cautelosos. Fascinados.

Y bajo la superficie del desprecio, del ego y de la rivalidad, algo latía.

Un deseo contenido. Salvaje. Intacto.

Ethan Marshall, aliado de Benjamín, no ocultó su malestar.

—Esta “reorganización” es poco ortodoxa. Demasiado emocional, incluso para una firma familiar.

—Esto no es emocional —replicó Liam, y su voz se endureció—. Es estratégico. Olivia tiene más experiencia internacional que cualquiera aquí. Su presencia nos posiciona como un bufete global. Y mi liderazgo está respaldado por los fundadores. Fin de la discusión.

—Y en cinco años ha cerrado contratos con empresas que tú no podrías siquiera pronunciar —intervino Carter, con tono burlón.

Daniel, no habló, pero sonrió con complicidad. Ambos recién graduados, eran parte del nuevo equipo legal de la firma. Su lealtad estaba con Olivia.

Benjamín se levantó con brusquedad.

—Esto no ha terminado. No dejaré que mi hija sea utilizada como una ficha más en esta guerra de poder.

—Yo no soy ninguna ficha —intervino Olivia, clavando su mirada en él—. Y si esta es una guerra, entonces prepárate. Porque yo también sé jugar.

La sala quedó en silencio. Charlotte se levantó. James se enderezó en su asiento. Anthony observó a su nieta como si acabara de confirmar una predicción.

—La reunión ha terminado —dijo Charlotte—. El nuevo CEO ha sido confirmado. Y la señorita Walton ocupará su nuevo rol de inmediato.

Olivia se levantó sin esperar a que nadie la despidiera. Caminó hacia la puerta. Pero antes de salir, se giró.

—Felicidades, CEO Macmillan. —Su tono era dulce, pero sus ojos eran acero.

—Bienvenida de vuelta, Walton.

Y mientras todos empezaban a dispersarse, Elijah se acercó a Liam, colocándole una mano firme en el hombro.

—Tu padre estaría orgulloso de ti —le dijo en voz baja—. Pero cuidado, hijo. El poder es como el vino. Si no lo manejas con respeto… te envenena.

Liam no respondió. Solo asintió en silencio. Ese comentario le caló profundo. Sus ojos, sin embargo, no estaban en su tío. Estaban en Olivia mientras dejaba la sala de juntas.

Mientras tanto, Anthony Walton con expresión pensativa. Sabía que su nieta no era un peón, pero tampoco era ajena a las reglas del juego. Ella jugaba para ganar.

En el pasillo, Charlotte tomó la mano de Isabella.

—El pacto está en marcha.

—¿Y si todo se sale de control? —preguntó Isabella, con el corazón en la garganta.

—Entonces… que se incendie todo —susurró Charlotte con una sonrisa enigmática.

El reencuentro entre Olivia Walton y Liam Macmillan marcó el inicio de una nueva era. Donde el poder era seducción. Y la seducción, una guerra sin tregua.