Olviden todo lo que creían saber: la pieza que cae en su lugar no es una cifra, ni un testimonio… es Luna.
Ella —su propia sombra— era la clave. En esa palabra se encerraba todo: traición, sangre, redención y el oscuro poder que emergía entre sus costuras. El aire estaba enrarecido, con la cadencia contenida de un presagio. En la cueva, la confianza brillaba por su ausencia, pero la determinación lo envolvía todo.
Una luz enferma se colaba por las rendijas del salón cuando Ethan Marshall entró por el fondo, sin hacer ruido. Su rostro se esbozó en la penumbra como un lobo herido. Frente a él, Benjamin Walton se mantenía firme, tembloroso. Una mesa mínima entre ambos y una silla sola esperaba a ella, la verdadera presa de aquella noche.