En el instante en que cayeron las palabras de Ethan, el silencio se volvió una losa en aquella sala improvisada, rodeada de pantallas titilantes y documentos esparcidos. Cada respiración se sentía excesiva, como si estuvieran nadando entre un mar de secretos.
Lucas bajó la mirada, dedos acariciando el borde de la carpeta que había caído sobre la mesa. Ethan permanecía de pie, con la espalda recta pero temblorosa, mirando a cada uno como si los viera por primera vez. Había confesado demasiado, pero aún mucho quedaba enterrado entre laberintos de poder.
—Todo parecía aleatorio —murmuró Élijah, cruzando los brazos—. Nombres flotando en documentos, sin conexión tangible. Hasta ahora.
Romano, de pie junto a la pared de pantallas, amplificó su voz al ver los rostros tumbados:
—Arturo Meneses… es la clave. Un nombre que sacude los cimientos del cartel de Medellín y las operaciones globales de la Sombra.
Las pantallas mostraban mapas financieros y rutas de dinero: transferencias crípticas ent