Capitulo 119

La tarde descendía con una lentitud melancólica sobre la mansión Cisneros. Afuera, el cielo se teñía de un gris pálido, con nubes como copos de algodón sucio que pasaban lentas, casi adormecidas. Desde la ventana del salón principal, Ana Lucía podía ver cómo las hojas de los robles altos se mecían con un ritmo apático, arrastradas por un viento tibio que no lograba refrescar el aire, solo lo agitaba con desánimo.

El ambiente dentro de la casa era igual de espeso. La mansión tenía ese silencio cargado que no era tranquilidad, sino contención. El tipo de silencio que se instala después de una discusión o una decisión incómoda. Ana Lucía lo sentía vibrar en las paredes, en el rechinar lejano de una puerta, en los pasos suaves de Catalina subiendo las escaleras.

Emma estaba sentada en uno de los sillones del estudio, con los pies colgando, sin tocar el suelo. Llevaba un vestido azul claro, adornado con pequeños bordados en forma de mariposas, pero ni el diseño infantil ni los lazos de sus
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