Capitulo 118

La mañana se abrió paso con un cielo despejado, bañado de un azul delicado y unas pocas nubes que parecían algodón flotando sobre la mansión. El canto suave de los pájaros se colaba por los ventanales abiertos, mezclándose con el aroma del pan tostado y el café recién hecho. Ana Lucía ya estaba despierta, con el cabello recogido en una trenza desordenada y una taza entre las manos. Sus ojos, sin embargo, no estaban en el desayuno, sino en la escalera que llevaba al segundo piso, donde dormía Emma.

Poco después, los pasos pequeños de la niña se escucharon bajando con torpeza. Llevaba su pijama de unicornio, y su osito de peluche colgaba flojo de una mano. Al verla, Ana Lucía sonrió con ternura y dejó la taza sobre el mármol frío de la cocina.

—Buenos días, corazón. ¿Dormiste bien?

Emma asintió, aún adormilada, y se restregó los ojos.

—¿Tú también dormiste aquí?

—Claro que sí —respondió Ana Lucía con voz suave—. ¿Lista para que te ponga linda para tu día?

La llevó de la mano hasta el ba
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