Cindy
El coche avanzaba con un rugido sutil por las calles iluminadas. Yo estaba sentada a horcajadas sobre Bruno, sintiendo el calor de su cuerpo a través de la fina tela de mi vestido. Su móvil empezó a vibrar.
Me alejé en mi posición mirándolo. Bruno era un hombre solicitado.
Él permanecía imperturbable, mientras contestaba, con la mirada fija en el frente, aunque su otra mano se aferraba con firmeza a mi cintura, estabilizándome. Mientras el sonido grave y áspero de una voz masculina emergía desde el auricular. No logré entender las palabras exactas del hombre al otro lado de la línea, pero su tono vibrante era inconfundible: autoridad pura.
Bruno se inclinó ligeramente hacia el lado de la ventanilla, apartándose un poco de mí. Lo observé en silencio, mi curiosidad creciendo a cada segundo.
—Se me retrasó el vuelo, tuve algo importante que hacer, pero ya voy en camino —respondió Bruno con un tono tan cortante como siempre. Sus palabras eran medidas, precisas, como si no tuviera ti