Bruno
El bullicio del bautizo quedaba atrás mientras me alejaba con Amena en brazos. La sentía acurrucada contra mi pecho, su carita escondida en mi cuello, y ese simple gesto tenía el poder de suavizar mi expresión dura.
Victoria caminaba unos pasos delante de mí, con su porte elegante y su vestido impecable. Su cabello caía en ondas perfectas sobre sus hombros, y aunque intentaba mantener una expresión serena, la rigidez de su postura la delataba. Estaba molesta.
No era difícil adivinar por qué. La conocía demasiado bien.
Nos detuvimos en una esquina más apartada del jardín, lejos de los invitados. La música y las voces quedaban de fondo, amortiguadas por la brisa cálida de la tarde.
Victoria se giró hacia mí con una sonrisa tensa, pero sus ojos oscuros reflejaban otra cosa.
—Dime —zanjé.
Sus ojos oscuros estaban afilados, evaluándome con esa mezcla de desdén y algo más... algo que no le permitiría admitir.
—¿Quién es ella? —preguntó, como si el solo hecho de pronunciar la p