Bruno
El motor rugía bajo el capó de mi coche, un vehículo que, como yo, no hacía alarde de su potencia pero dejaba claro lo que era: imponente, silencioso, seguro. Mi mano descansaba sobre el volante con la firmeza acostumbrada, adornando mi muñeca con un reloj Patek Philippe, mientras lanzaba una mirada rápida a Cindy, que jugueteaba con los botones del panel como si el auto fuera un maldito parque de atracciones.
—¿Puedes dejar de tocar todo? —mi tono fue seco, pero a ella no pareció importarle.
—Es que no entiendo cómo funciona esto —dijo ignorándome—. No te voy a dañar nada, he, estuve viendo cómo funciona el coche que me regalaste y es prácticamente igual.
Señaló hacia mis pies con un dedo.
—También aprendí, sobre los pedales, el de la derecha es el acelerador —puso una de sus suaves manos en mi muslo derecho inclinándose para señalar mejor—, el del medio es el freno y el de la izquierda es el embrague.
Miré su mano. Mi polla se empezaba abultar notándose en mi pantalón.
—Enderé