Bruno
La sentí siguiéndome. Y se mantuvo en silencio un rato como si analizara todo.
Entre a mí despacho.
Pero mientras trataba de concentrarme en cualquier cosa que no fuera esa conversación, Cindy apareció en mi mente, como un fantasma inoportuno. La imagen de sus ojos celestes, era imposible de ignorar.
Mis ojos se posaron en una botella de vino seco, que tenía sellada como un regalo de mi cuñado, para motivarme a autorizar el bautizo de mi sobrino. La seguridad de toda la familia estaba sobre mis hombros y eso lo sabían.
La botella me recordaba a la que probé en mi reciente viaje.
Cerré los ojos recordando:
El jet privado aterrizó en Múnich a media tarde. La fría brisa germana me recibió como un recordatorio de la urgencia de mi visita.
No suelo permitir que los problemas personales interfieran con mis planes, pero la filtración de esas fotos había complicado las cosas más de lo que imaginé. Amena y su madre, Victoria, debían ser movidas de inmediato. En mi mundo, la privacidad es