El pasillo se extendía como una vena oscura en el corazón de la fortaleza, la piedra estaba fría, impregnada de un olor metálico que no era solo humedad… era sangre vieja, muy vieja. Mari iba delante revisando cada baldosa con cautela, Rynn cubría la retaguardia, y yo sentía a Grayson caminar junto a mí, pero ya no como un hombre debilitado, sino como un depredador que había despertado de un largo letargo.
—¿Te sientes diferente? —le susurré mientras avanzábamos.
Él me dedicó una media sonrisa, de esas que parecen peligrosas—, es como si cada músculo obedeciera antes de que yo siquiera se lo pida, como si pudiera escuchar tu corazón aunque estés a diez metros de mí… y como si nada, ni siquiera la muerte, pudiera alcanzarme si estás cerca.
Ese comentario me provocó un calor que no tenía nada que ver con mi fuego real, pero lo dejé ahí, había cosas más urgentes.
—Alto —dijo Mari de repente, levantando una mano.
Frente a nosotros, el pasillo terminaba en un arco grabado con símbolos que