En un mundo dominado por hombres lobos, donde el rango lo define todo, los Alfas están por encima de todo ser y los omegas Son esclavos, sombras y desechos. Azura siempre fue una de ellos, una Omega. Humillada, golpeada y olvidada desde que tiene memoria, jamás supo quién era realmente, ni el por qué su vida estaba marcada por el dolor. Su historia, al igual que su origen, estaban incompleta. Pero todo cambia cuando cumple dieciocho años. En medio del sufrimiento, despierta su loba interior, Rosaly. Y con ella, una verdad imposible. Azura es una loba blanca, una criatura considerada extinta y maldita. Pero esa revelación solo empeora su destino, al descubrir que su compañero destinado es Kael, el futuro Alfa de su manada, el mismo que la ha maltratado durante años. Cegado por el lazo, Kael la desea por una noche, pero al despertar de ese hechizo, la rechaza con desprecio. Para él, ella sigue siendo solo una esclava. Destrozada, Azura huye Y se pierde en los bosques hasta caer inconsciente en un territorio desconocido. Es ahí, cuando aparece Grayson, el Alfa rebelde, enemigo de Kael. Grayson no la rechaza, La protege. Y con él, Azura descubre que su poder fue sellado al nacer. No es solo una loba blanca. Es la última Lican, la heredera de una línea real destinada a cambiarlo todo. Con su fuerza restaurada poco a poco y su nueva manada, Azura ya no es la esclava rota. Es una reina. Y ella está lista para enfrentar al mundo que la humillo.... ahora con todo su potencial desbloqueado ¿Podrá ser quien dicen que es?
Ler mais“Los que siembran dolor, cosechan condena.”
AzuraNunca imaginé que llegaría este momento. No porque no lo soñara, no porque no lo deseara, sino porque había partes de mí que murieron tantas veces que dejé de creer que algo justo me fuera permitido.
Pero aquí estoy.
Reina. Poderosa. Viva.
Y Kael… Kael está de rodillas.
El círculo de piedra tiembla con los susurros de las manadas reunidas. Todos lo observan al Alfa caído, al lobo que fue temido y venerado, reducido a una sombra, a una criatura encadenada, humillada… tal como lo hicieron conmigo.
Siento el viento mover mi capa negra mientras me mantengo erguida en el centro del círculo. Mi corona no necesita joyas, mi presencia es la sentencia. Y mi lobo, que antes temblaba bajo la suela de su voz, hoy ruge con hambre de justicia.
A mi lado, firme y silencioso, está Grayson. Mi verdadero compañero. Mi igual. Él no necesita dominarme para amarme, ni romperme para sentirse fuerte. Él solo está ahí, como una llama que me arropa sin quemarme.
Mi mirada se clava en Kael.
—Te ves pequeño, Kael —digo, y mi voz retumba con la fuerza de la luna llena—. Así como yo me sentí todos esos años.
Kael levanta la cabeza. Su rostro está hinchado, pero aún pretende arrogancia. Aún quiere hacerme creer que tiene poder.
—Yo era un Alfa —gruñe—. ¡Yo era tu destino!
Camino hasta quedar frente a él. Miro sus ojos, y por primera vez, no siento dolor. Siento liberación.
—No. Tú eras mi cruz. Pero aprendí a cargarla, a romperla… y a enterrarte con ella.
Sus puños se tensan. Quiere atacarme, lo sé. Su lobo grita por rebelarse, pero las cadenas de plata lo mantienen quieto. Qué ironía. El mismo metal que él usó en tantas hembras… hoy lo esclaviza a él.
—Tus crímenes han sido expuestos —declaro, elevando la voz para que todas las manadas escuchen—. Prostitución de miembros de tu manada. Maltrato. Tortura. Asesinato. Y el crimen más oscuro de todos: traicionar el lazo sagrado del vínculo.
Kael escupe sangre a mis pies.
—¿Y qué vas a hacer, Azura? ¿Matarme?
Sonrío. Fría. Letal.
—No. Eso sería un regalo.
Me giro hacia el consejo. Mi capa ondea con violencia cuando el viento sopla.
—¡Por mi autoridad como Reina Lican, condeno a Kael al exilio eterno! —proclamo—. Será degradado al rango de Omega. Marcado como desterrado. Ninguna manada podrá ofrecerle refugio. Ningún lobo podrá darle nombre. ¡Su alma vagará sin luna, sin manada, sin redención!
Un rugido de los presentes se alza como un trueno.
Kael forcejea, grita, pero yo ya no lo oigo. Mi justicia lo silencia. Lo aplasta.
—¡Sella su marca! —ordeno.
Los guerreros renegados se acercan. El hierro incandescente en forma de luna rota arde al contacto con su piel. Su alarido corta la noche como un relámpago.
No me vuelvo.
Grayson se acerca, su mano encuentra la mía.
—¿Estás segura? —me pregunta, en voz baja.
Lo miro.
—Estoy viva, Grayson. Por primera vez… estoy viva.
Y mientras la luna observa, silenciosa y satisfecha, dejo que Kael se arrastre fuera del círculo.
Sin gloria. Sin nombre. Solo con su locura. Tal como él me dejó a mí. Pero ese sera mi gran error."el silencio estimula al verdugo"AZURAEl silencio del templo era abrumador. Nos retiramos a los aposentos asignados, una cámara tranquila iluminada por cristales que pulsaban con una tenue luz azulada. Pero ni la calidez del lecho ni la presencia de Grayson podían calmar lo que se agitaba dentro de mí. Me senté al borde de la cama con las manos entrelazadas y la mirada perdida en la piedra del suelo. El templo había revelado verdades devastadoras… y aún sentía que apenas habíamos rascado la superficie.No podía respirar tranquila. No mientras supiera que él… mi hermano… estaba allá afuera.—Rosaly —susurré, cerrando los ojos con fuerza—. Háblame. No me escondas nada más. Te lo ruego. Si somos una, no puede haber secretos.Su voz no tardó en llegar. Su tono era suave, casi arrepentido.—No fue por maldad… ni por deslealtad. Fue protección.—¿Protección de qué?—De ti misma, Azura. Cuando desperté por primera vez en ti, eras débil y lastimada. Tenías el alma cubierta de cicatrices, el
"en el Camino, empiezas solo, pero siempre acabas caminando con alguien."AZURAEl amanecer me encontró sentada en el alfeizar de la ventana, con una manta cubriendo mis hombros y el vapor del té calentándome las manos. La visión de anoche aún vibraba en mis huesos, como una canción antigua que se niega a irse.Grayson se movió detrás de mí, se estiró y me rodeó la cintura con los brazos.—¿No dormiste?—Dormí… lo justo —susurré, recostándome en su pecho—. A veces siento que mi mente no descansa ni cuando duermo.—Entonces descansará cuando me marques a mí —dijo con una sonrisa suave.Solté una risa tenue, nerviosa.—Grayson…—Lo sé —me besó la cabeza—. Aún no es el momento. Solo bromeaba. Pero pronto lo será. Lo siento en ti cada vez que te toco.Cerré los ojos. Sabía que tenía razón. Lo sentía también. Una parte de mí ardía por hacerlo, pero Rosaly había sido clara desde aquella primera noche: “Espera. El alma recuerda más de lo que cree.”—Vamos a despedirnos de la anciana —dije, c
"la verdad, aunque a veces dolorosa, es preferible a la mentira, incluso cuando esta última parezca más conveniente."AZURALas montañas se alzaban como titanes dormidos frente a nosotros, sus cumbres cubiertas de nubes que parecían respirar. El camino se estrechó hasta volverse casi una grieta entre bosques espesos, y fue entonces cuando Mari, quien iba conduciendo el vehículo guía, levantó una mano para que detuviéramos la marcha.—Estamos cerca —informó al bajarse—. A unos veinte kilómetros de Helgrath. Pero hay un pequeño pueblo más adelante. Deberíamos parar ahí a descansar, abastecernos… y preguntar si alguien sabe algo. Este lugar tiene historia.Grayson asintió sin apartar su atención de mí. Me había mantenido en silencio durante los últimos minutos, aún con la energía del sueño vibrando bajo mi piel. Rosaly no había vuelto a hablarme desde entonces, pero su presencia era fuerte, vigilante. El pueblo apareció como un susurro entre los árboles. Casas de piedra y madera, pequeña
"el verdadero poder reside en la capacidad de levantarse después de una caída."AZURAOscuridad. Todo era oscuridad. Pero no era el tipo de oscuridad que uno asocia con la noche o con la ausencia de luz. Esta era densa, como un velo antiguo y vivo, susurrando secretos olvidados al oído. Caminaba descalza sobre un suelo de piedra fría, húmeda, como si estuviera en lo profundo de una cripta ancestral. Mi corazón latía con fuerza. No de miedo. De reconocimiento.—Ya estás cerca —susurró una voz—. Más cerca de lo que crees.Giré sobre mis pasos. Rosaly no estaba. Y sin embargo, la presencia que sentía era aún más antigua. Más profunda. Un poder que me atravesaba los huesos. Entonces, frente a mí, surgió una figura. No era humana. No era completamente lobo. Era ambos, y ninguno. Una silueta envuelta en fuego azul y escarcha blanca.—¿Quién eres? —pregunté, sin voz, pero la pregunta fue escuchada.—Soy el recuerdo de lo que tú eres.Entonces la visión cambió. Vi un trono de piedra negra, tal
"el sufrir merece respeto, el someterse es despreciableGRAYSONEl amanecer trajo consigo una claridad distinta. El aire era más denso, cargado de intención. No era un día común, era el principio de algo más grande. Mientras me ajustaba la camisa de lino negro y anudaba los brazaletes de cuero en los antebrazos, podía sentirlo bajo la piel, un llamado antiguo, casi instintivo. Helgrath nos esperaba.Azura dormía aún, envuelta entre las sábanas y el aroma a pino de nuestra cama. Me acerqué despacio y deslicé un beso sobre su frente. Su loba la había mantenido en vigilia durante horas la noche anterior, compartiendo visiones y viejos secretos de su linaje. La dejaría descansar un poco más. Lo que se venía requeriría toda su fuerza. Bajé las escaleras con pasos firmes. En la sala principal, Mari ya esperaba. Apoyada contra el marco de la ventana, su postura relajada era engañosa. Su mirada barría cada rincón con la vigilancia de una loba que nunca dejaba de proteger.—¿Lista? —pregunté,
"las respuestas, aveces solo generan más preguntas"POV AzuraLa noche me abrazaba con su manto oscuro mientras caminaba sola hacia la vieja biblioteca de la casa de la manada. No era común que alguien viniera hasta aquí. Estaba apartada del ala principal, escondida tras una pesada puerta de roble que solo crujía si uno conocía su secreto. Sarita me lo había contado una vez. Nadie la usaba, pero ella siempre mantenía limpias las estanterías, como si supiera que un día yo vendría aquí.Mis pasos resonaban en el suelo de piedra. El aire estaba impregnado de polvo antiguo, de tinta vieja y cuero curtido. Era un lugar que olía a historia viva, a secretos guardados con celoso cuidado. Encendí las lámparas de aceite una a una, dejando que la luz cálida revelara los lomos gastados de cientos de libros. No había orden aparente. Nada catalogado. Nada moderno.Pero mi corazón latía con fuerza, como si algo dentro de mí supiera qué buscar.Rosaly apareció en mi mente, su voz sedosa, calmada, fue
Último capítulo