"La corona pesa cuando no tienes cabeza"
Azura
El aire estaba denso. El olor a incienso, cuero y vino inundaba la gran plaza de la manada. Las antorchas danzaban en lo alto, proyectando sombras salvajes sobre los rostros de todos los presentes. Sonaban tambores. El canto de los ancestros llenaba la noche como una profecía. Y en el centro, estaba él. Kael. Vestía una túnica negra con bordes plateados, la misma que había usado su padre el día en que asumió el cargo antes de morir devorado por traidores. Pero esa noche… Kael no era la imagen del poder que todos esperaban. Estaba pálido. Sus ojos dorados, ahora apagados, buscaban algo entre la multitud. Y su postura, aunque firme, se notaba forzada. Como si el dolor lo carcomiera por dentro y solo la rabia lo mantuviera en pie.
Yo lo sabía. Rosaly lo sabía.
"El rechazo le había costado más de lo que él jamás admitiría."
—Se ve… destruido —susurró una de las omegas a mi lado, mientras fingía que yo era una más, de esas invisibles.
—Dicen que estuvo gritando toda la mañana, que no podía respirar —añadió otra.
—Tal vez su lobo lo está castigando… —musitó una tercera.
Yo no dije nada. Me mantuve entre las sombras, sin alzar la mirada. El corazón me golpeaba el pecho como un tambor de guerra. Rosaly estaba inquieta.
“Él sigue buscándote.”
“Que se canse.”
Mi voz interna era una mezcla de tristeza y orgullo. Él me rechazó. Me escupió el alma. ¿Y aún me busca?
El anciano del consejo levantó su bastón. Los tambores callaron.
—Hoy, bajo la luna llena, coronamos a Kael Magnus Storm, hijo de los vientos y la sangre, como Alfa supremo de la manada Luna de Sangre.
Un rugido se alzó en respuesta. Gritos, aullidos, vítores. Todos lo celebraban. Yo no. Y entonces, ocurrió. Una figura cruzó el estrado. Alta, esbelta, de cabellos dorados como trigo bajo el sol. Llevaba un vestido rojo ajustado que dejaba poco a la imaginación. Y sin permiso, sin pudor, se acercó a Kael, le tomó el rostro entre las manos… y lo besó. Un beso largo. Público. Sorprendente. Mi estómago se contrajo.
“Eso es todo.”
Rosaly no dijo nada. No hizo falta.
Me di media vuelta sin esperar nada más. Entre el ruido, el vino y el espectáculo, nadie notó a una omega sucia escabullirse por la parte trasera del evento. Corrí. Mi corazón se disparó. El viento levantaba mi vestido. Las piedras cortaban mis pies descalzos. A lo lejos, los faroles de la frontera brillaban como una amenaza.
—¡Alto! —gritó un guardia—. ¡¿Quién va ahí?!
Corrí más rápido. El silbato de alarma retumbó en la colina.
—¡Detengan a la intrusa!
“¡Rosaly, ayúdame!”
“Confía en mí.”
Mi visión cambió. Mis huesos crujieron. El mundo giró como un torbellino. En un segundo, ya no era Azura. Era Rosaly. Blanca como la luna, veloz como el viento. Mis patas golpeaban la tierra con furia mientras los gritos quedaban atrás. Las flechas silbaron. Sentí una que rozó mi flanco, otra que se hundió en la tierra a mi lado.
“Más rápido. Más fuerte.”
Salté un arbusto, esquivé un tronco caído. Atravesé la línea de la frontera justo cuando una red se cerraba detrás de mí.
“Estamos fuera.”
Mis patas temblaban. El bosque prohibido me tragó sin compasión. Oscuro, profundo, lleno de leyendas que nadie se atrevía a nombrar. Decían que aquí vivían los exiliados. Las criaturas sin nombre. Los fantasmas de las manadas rotas. Pero yo… por primera vez en mi vida, no sentí miedo. Sentí libertad. Rosaly aulló. Un aullido largo, potente, lleno de vida y rabia. Y yo, por primera vez, me uní a ella.
No sé cuántos días pasaron desde que crucé la frontera. El tiempo aquí no funciona como en el mundo que dejé atrás. Las noches eran interminables. El frío, cruel. Y el silencio… peor que cualquier castigo. Un silencio que parecía observarme, juzgarme, devorarme. Rosaly y yo corríamos sin rumbo. A veces éramos nosotras. A veces solo ella. Yo la dejaba tomar el control porque mi cuerpo no podía más. Porque si dependiera de mí, ya habría caído en una zanja, rendida al olvido.
“Sigo oliendo el miedo en ti, Azura…”
—Porque no sé qué hay aquí. Porque no sé quién soy, Rosaly.
“Eres más de lo que te hicieron creer. Pero estás cansada. Nos queda poco.”
El bosque oscuro era una bestia viva. Árboles con raíces como garras, sombras que se movían cuando no mirabas, ríos que murmuraban nombres que jamás pronuncié. No había caza. No había frutas. Solo hojas amargas, agua turbia y mi esperanza, desgastándose como mis pies descalzos. Llevábamos más de quince días vagando sin rumbo. Más de quince días siendo perseguidas por sombras del pasado y los ecos del rechazo. Mi estómago rugía. Sentía que el aire me quemaba los pulmones. Cada paso era una súplica, cada respiración un castigo. Rosaly iba más lento. Yo también.
“No puedo más, Azura…”
—Entonces déjame volver.
“¿Estás segura? La forma humana no resistirá mucho…”
—Prefiero caer con mi rostro.
Sentí su tristeza. Sentí su esfuerzo por protegerme. Pero al final, como una madre que cede ante el llanto de su hija, Rosaly me devolvió el control. El cambio fue como una bofetada. Caí de rodillas desnuda, temblando. Mis huesos dolían. Las cicatrices ardían. Mis piernas no respondían. Me arrastré hasta un árbol podrido, dejándome caer contra su corteza. El mundo giraba. Todo era borroso. El sol no entraba aquí. Solo tinieblas.
—Esto… es lo que merezco —murmuré, con la voz quebrada—. Sucia… indeseada… rechazada…
Mi cuerpo se encogió, temblando de frío y fiebre. Los labios partidos. Los ojos secos de tanto llorar.
—¿Qué somos, Rosaly…? ¿Un error?
“No.”
Su voz fue tan suave… que pensé haberla imaginado.
“Eres la hija de la luna. No naciste para arrastrarte, sino para rugir.”
—Ya no puedo…
“Entonces, mira…”
Mis párpados pesaban toneladas, pero antes de que se cerraran, lo vi. Cuatro, tal vez cinco figuras… acercándose entre los árboles. Hombres. Altos. Armados. Ropa negra. Ojos que brillaban como el acero. Uno de ellos se detuvo.
—¿Está viva?
—Apenas…
—¿Qué hace una hembra… sola… en este bosque?
—¿Omega?
—No. Mira su piel. Su cabello, …
Sus voces eran ecos en mi mente. Palabras sueltas. No tenía fuerzas para entenderlas.
—Es hermosa… parece una criatura del mito.
—Llévenla. Puede ser útil.
Y luego… oscuridad. Caí en ella sin resistencia. Como una flor que se marchita en pleno invierno. Solo escuché una última cosa. Una voz grave. Autoritaria. Inesperadamente suave, era musica ara mis oidos.
—Que nadie la toque. Esta hembra… es mía ahora.
"Despertar entre sombras aveces tiene mas luz"Cansada. Esa era la palabra que me definía perfectamente. Por primera vez en mi vida, sentía que todo mi cuerpo descansaba de verdad. Que el dolor, el miedo, la angustia y la humillación que cargaba como una cadena oxidada, se habían desvanecido, aunque fuera por un momento. Mi mente flotaba en una especie de limbo. Todo era oscuridad y silencio… excepto por una voz.—Azura... despierta. Ya es hora. —la escuchaba susurrar con ternura, pero con firmeza.Era Rosaly. Mi loba.—Me gusta este lugar… pero nos necesitan. Tú necesitas abrir los ojos.No quería. Por primera vez me sentía segura. Por primera vez, no me dolía nada. Pero ella insistía. No se callaba. No me dejaba seguir durmiendo. Y entonces lo hice. Me incorporé con un jadeo ahogado, tan bruscamente que sentí como si mi alma se estrellara contra mi cuerpo de nuevo. Todo era borroso. Sombras. Voces lejanas. Ruidos extraños.—¿Acaba de despertar?—¿Niña, estás bien?No entendía nada.
"mis ojos solo pueden verte a ti" GRAYSONLas paredes de mi oficina están cubiertas de informes, mapas, notas sobre alianzas y amenazas. Todo está organizado al milímetro, como a mí me gusta. Pero hoy… no puedo concentrarme en nada.Desde hace quince días, Drux ,mi lobo, no me da paz. Se siente… más presente. Más ansioso. Como si su instinto estuviera oliendo algo que mi razón todavía no logra procesar.—Ella, susurra. —Está cerca.Ella. La intrusa.Desde que fue encontrada medio muerta en la frontera, con el cuerpo cubierto de sangre seca, hematomas y huesos sobresaliendo por la piel, su presencia se volvió como una maldita espina bajo la piel. No sabía su nombre. No sabía de dónde venía. Solo que estaba rota… y que sobrevivió. Le asigné a Sarita el cuidado exclusivo de la chica. Quince días sin señales. Hasta esta mañana.—Grayson… despertó. —la voz de Sarita me llegó como un susurro por el enlace mental.—¿Está lúcida? pregunté de inmediato.—Sí. Dice que su nombre es Azura. Que e
"un diamente en bruto, no es lo que parece"AzuraAbrí los ojos de golpe, como si algo me arrastrara desde el fondo del océano hacia la superficie. Mis pulmones se llenaron de aire y el corazón me latía con fuerza. Estaba viva. Pero… ¿dónde estaba? Me incorporé lentamente, pestañeando varias veces para intentar enfocar mi vista. Todo a mi alrededor era… hermoso. Las cortinas de terciopelo caían como cascadas suaves, las paredes eran de un blanco crema con detalles en dorado, y el techo tenía un candelabro de cristal que brillaba con la luz natural que se colaba por los enormes ventanales. La cama en la que yacía era amplia, cubierta con sábanas suaves que olían a lavanda. Todo era tan lujoso, tan diferente del rincón oscuro y húmedo donde solía dormir como “omega”.Me toqué el pecho, luego el rostro. Todo estaba bien… pero algo había cambiado. Sentía mi piel más sensible, mi oído más agudo, el olfato tan desarrollado que podía distinguir al menos cinco aromas distintos flotando en el
“cuando tienes confianza, todo te sale mejor”AzuraAunque lo conseguí, aunque ahora tengo un trabajo, no puedo evitar sentir que no es el adecuado.No puedo explicarlo, pero algo dentro de mí sigue vacío.Rosaly, mi loba, no ayuda. Cada vez está más... más cachonda. Más hambrienta. Solo piensa en montarse sobre él —sobre nuestro compañero— y, francamente, no la culpo.Es él. Nuestro compañero.Y después de todo lo que sufrimos... ¿cómo puedo siquiera soñar con entregarme otra vez?Con Kael pensé que si, por gracia de la Diosa, me llegaba un compañero, él me salvaría.Pensé que sería bueno, dulce, que me amaría con locura, así como yo lo amaría a él.Pensé que sería mi refugio.Pero no. Fue todo lo contrario.Dolor.Tristeza.Agonía.Siento que no importa cuánto luche, siempre estaré en este nivel bajo, estancada, rota.—Deja de pensar en esas idioteces —gruñe Rosaly dentro de mí, furiosa—. ¿No ves, Azura? ¡El Alfa Grayson nos acepta! No veas monstruos donde no los hay.—¿Aceptarnos?
AzuraMe obligué a respirar cuando Grayson, con una lentitud casi cruel, se puso los jeans negros que yo había elegido para él. La tela se ajustó a sus caderas como si hubiera sido hecha a medida, marcando cada músculo, cada línea peligrosa de su cuerpo.Después se pasó la camiseta blanca por la cabeza, dejando que su cabello húmedo se alborotara aún más. Se veía salvaje. Mortalmente hermoso.—¿Lista para acompañarme a la oficina? —me preguntó, lanzándome una mirada ladeada, esa sonrisa torcida que me derretía sin remedio.—¿A la oficina? —repetí, aún un poco atontada.—No pienso dejarte sola —dijo, como si fuera la cosa más obvia del mundo—. Además, quiero que veas cómo trabajo. Un día este mundo también será tuyo, si así lo quieres.Mis mejillas se encendieron. ¿"Tu mundo"? ¿De verdad pensaba en un futuro conmigo?No me atreví a decir nada. Solo asentí y lo seguí fuera de la habitación, mis pies descalzos sobre el suelo de madera pulida.Bajamos por una escalera ancha que daba a un
GraysonEl calor de su piel aún ardía en mis manos. Su aroma, impregnado en mi piel como una maldición deliciosa. La vi marcharse junto a Sarita después de nuestro momento… nuestro primer verdadero momento. Le dije que podía salir, que se tomara su tiempo. Pero Drux no estaba de acuerdo.—"¡Extraño a mate! ¡Humano estúpido, ve a buscar a mate! No quiero dejarla..." —lloriqueaba una y otra vez en mi cabeza, como un cachorro abandonado.—"Drux, silencio. Necesito pensar," gruñí internamente, masajeándome las sienes. —"Pasaremos tiempo con ella, sí, pero debes entender que todo esto es nuevo para ella. El vínculo, su posición como luna..."Drux soltó un gruñido bajo, inconforme. Pero no podía ignorarlo del todo. Había algo más. Algo que no podía sacarme de la mente.Cuando Azura desató su poder para devolverme a mi estatus de alfa… fue como ver a la misma naturaleza postrarse ante ella. Nunca en mi vida había sentido algo igual.—"¿Quién degrada a un Alfa?" preguntó Drux, aún asombr
AzuraSu calor me rodeaba. Su aroma, a bosque, a tormenta, a hogar, me invadía cada fibra del ser. Nunca me había sentido tan segura, tan... amada. Grayson me acunaba contra su pecho fuerte y cálido, su respiración profunda vibraba en mi oído, calmándome.Sus dedos trazaban caminos perezosos sobre mi espalda, cada caricia era un canto de amor silencioso. Y de pronto, algo en mí despertó. Una chispa. Un deseo de corresponder. De no ser solo protegida, sino también... de protegerlo, de adorarlo. Me moví un poco, despacio, buscando su mirada.Grayson abrió los ojos al sentirme.Sus iris eran dos abismos llenos de amor y deseo.—Azura... —susurró, su voz ronca, cargada de emoción.No le di tiempo a más. Me incorporé ligeramente, dejando que la manta se deslizara hasta mi cintura, exponiendo mi piel desnuda a la luz tenue de la habitación. Vi cómo sus ojos se oscurecían.Cómo su mandíbula se tensaba.çLe gustaba.Le gustaba verme así.Libre. Sin miedo. Para él.Llevé mi mano a su mejilla,
AzuraHoy comenzaba el entrenamiento. Mi primer paso hacia algo más grande… hacia convertirme en alguien digna. Había tantas emociones cruzando por mi pecho que apenas podía respirar. Empezaríamos con lo básico de defensa personal, y aunque suene simple, para mí era un mundo nuevo. Tenía que esforzarme al cien por ciento si algún día quería estar al nivel de Grayson. Él era fuerza, estrategia, poder. Yo... apenas estaba empezando a entender quién era. Me puse una ropa cómoda. Un pantalón ajustado de tela elástica y un top negro. Algo que me permitiera moverme con libertad. Me miré al espejo antes de salir y pensé: Esto servirá... creo que hasta se ve bien. Bajé las escaleras con paso ligero, el olor a comida caliente me atrapó desde el primer escalón. Mi estómago rugió con fuerza. Había algo... algo delicioso en el aire.—Buenos días, Sarita —saludé entrando a la cocina, y lo primero que vi fue su espalda moviéndose con agilidad mientras volteaba unos trozos de tocino en la sartén.—¡