Mundo ficciónIniciar sesión"Despertar entre sombras aveces tiene mas luz"
Cansada. Esa era la palabra que me definía perfectamente. Por primera vez en mi vida, sentía que todo mi cuerpo descansaba de verdad. Que el dolor, el miedo, la angustia y la humillación que cargaba como una cadena oxidada, se habían desvanecido, aunque fuera por un momento. Mi mente flotaba en una especie de limbo. Todo era oscuridad y silencio… excepto por una voz.
—Azura... despierta. Ya es hora. —la escuchaba susurrar con ternura, pero con firmeza.
Era Rosaly. Mi loba. —Me gusta este lugar… pero nos necesitan. Tú necesitas abrir los ojos.No quería. Por primera vez me sentía segura. Por primera vez, no me dolía nada. Pero ella insistía. No se callaba. No me dejaba seguir durmiendo. Y entonces lo hice. Me incorporé con un jadeo ahogado, tan bruscamente que sentí como si mi alma se estrellara contra mi cuerpo de nuevo. Todo era borroso. Sombras. Voces lejanas. Ruidos extraños.
—¿Acaba de despertar?
—¿Niña, estás bien?No entendía nada. Trataba de enfocar mis ojos, pero mi vista no se ajustaba. Todo a mi alrededor giraba, los rostros eran manchas difusas.
—¿Dónde estoy…? ¿Qué lugar es este?
Apenas pude murmurar esas palabras, con la garganta seca como papel. Con el paso de los segundos, la niebla en mis ojos empezó a disiparse, y una figura se fue haciendo más clara. Una mujer mayor, con una expresión suave, casi… maternal. Algo completamente ajeno para mí. Yo no conocía ese tipo de ternura.
—Hola, cariño. ¿Cómo te sientes? —preguntó con dulzura.
—¿Quién es usted? ¿Dónde estoy?
—Estás en la manada de la Luna Negra de Sangre —respondió ella—. Nuestro alfa te encontró inconsciente en el bosque, muy cerca del límite del territorio. Desde entonces estás aquí. Te hemos cuidado. Me quedé en silencio, procesando todo. El tono de su voz era cálido, genuino. No había amenaza en sus palabras, ni desconfianza, ni asco.
—Qué modales los míos —añadió, sonriendo—. Mi nombre es Sarita, y la joven que me ayuda se llama Lola.
Una chica de mi edad, de cabellos rizados y sonrisa brillante, se acercó. Me ofreció una pequeña sonrisa tímida.
—Hola, es un gusto conocerte... y haber podido ayudarle a sarita a cuidarte.
Sentí un nudo en la garganta, algo ardía detrás de mis ojos.
Nunca… nunca había escuchado a nadie decir que les gustaba haberme cuidado.—Gr-gracias… —susurré entre sollozos, sintiendo cómo las lágrimas me corrían por las mejillas.
Sarita se acercó de inmediato y tomó mi mano con suavidad. Su calor me hizo temblar.
—Estuviste inconsciente por quince días, querida —dijo, acariciando mi cabello.
—¿¡Quince días!? —grité, completamente en shock—. ¡No puede ser!
Rosaly soltó una carcajada en mi mente.
—Te estuve diciendo que despertaras hace tiempo, dormilona.
—¿Por qué tanto tiempo, Rosaly? —Tu cuerpo estaba agotado. No solo físicamente… emocionalmente también. Lo necesitabas. —Sí… supongo que sí.—Cariño, ¿quieres que te traiga algo de comer? —preguntó Sarita con ternura—. Luego puedes darte una ducha y ponerte ropa cómoda. Te hará bien.
Asentí con lentitud.
—Gracias… Sarita. Gracias, Lola.
Ambas sonrieron. Lola salió de la habitación, dejándonos solas. Sarita me miró con una mezcla de compasión y fortaleza.
—El Alfa Grayson… quería que te preguntáramos algo en cuanto despertaras.
Tragué saliva, de inmediato.
—¿El Alfa Grayson? —repetí, con la voz temblorosa.
—Sí, cariño. Él fue quien te trajo aquí. ¿Por qué estabas así cuando te encontró?
Me atraganté con mi propia saliva. El corazón me golpeaba las costillas.
—¿El Alfa Grayson… el Alfa rebelde?
Sarita asintió con lentitud. Se dice que él… ha estado en guerra con la manada de Kael, que no tolera los abusos y la esclavitud. Mi cuerpo entero se tensó. Sentí que el mundo se me venía encima.
—Y-yo… yo estaba huyendo —confesé con la voz rota—. Huyendo de mi antigua manada. Era esclava… una Omega… me trataban peor que a un animal.
Sarita se cubrió la boca, horrorizada.
—¿Qué manada era esa, cariño?
—¡Por favor, no! —grité de inmediato, llevándome las manos al pecho—. No lo recuerdo. No me hagan daño. ¡Ya he sufrido demasiado! Si van a matarme… que sea rápido…
No pude evitarlo. Me quebré. Me abracé las piernas y lloré, lloré con todo el dolor que llevaba acumulado. Sarita no lo dudó. Me rodeó con sus brazos, como si yo fuera una niña rota, y me sostuvo mientras mi cuerpo se sacudía de llanto.
—Oh, mi niña… nadie va a hacerte daño. No más. Aquí estás a salvo. Te protegeremos y te cuidaremos.
No podía creer lo que escuchaba. Mi corazón, endurecido por años de abuso, se agrietaba poco a poco.
—Si tú quieres —añadió—, puedes quedarte conmigo. Ser mi ayudante. Solo necesitas hacer un juramento con la manada… y con el Alfa.
Me quedé muda. Mi pecho dolía, pero no era de miedo. Era algo distinto.
Era… ¿esperanza?—¿Puedo… quedarme? —pregunté entre lágrimas.
—Sí, cariño. Puedes quedarte. Aquí ya no eres una esclava. Aquí eres un miembro mas e importante para la manada… y nadie volverá a poner una mano sobre ti.
Mis lágrimas cayeron sin parar, y esta vez no dolían. Eran cálidas. Como si alguien por fin me estuviera devolviendo las piezas de mí que me habían arrebatado.
Por primera vez… sentía que pertenecía a algún lugar. Y aunque me aterraba lo que pudiera venir, algo en mí, algo en nosotras, me decía que todo estaba por cambiar. Rosaly habló en mi mente con una fuerza que me estremeció.—Este es solo el comienzo. Prepárate, Azura… porque nuestro verdadero destino esta por llegar.
En ese momento, Lola entró con una bandeja entre sus manos. El delicioso aroma me despertó aún más los sentidos, y mi estómago rugió con tal fuerza que me sorprendió no haberlo escuchado antes.
—Es sopa —dijo con una sonrisa cálida—. Algo liviano, pero nutritivo. Has estado muchos días sin comer. Lo mejor es ir despacio, ¿sí?
Asentí. Mi garganta todavía ardía un poco, y mi cuerpo se sentía como si apenas estuviera volviendo a pertenecerme. Tomé la cuchara con manos temblorosas, y al llevarme la primera cucharada a los labios, el calor recorrió todo mi cuerpo como un bálsamo silencioso. El sabor era simple, pero reconfortante. Cada cucharada dolía menos que la anterior.
—¿Cuál es tu nombre, querida? —preguntó Sarita mientras me observaba con ternura desde el borde de la cama.
Tragué con dificultad antes de responder.
—Azura… solo eso es lo que sé. No tengo apellido. Era… huérfana.
Ambas mujeres se miraron brevemente. No dijeron nada, pero lo leí todo en sus ojos. Compasión, dolor… y algo más que no había visto nunca en nadie: deseo de cuidar.
—Para ser una muchacha que no ha comido en días —dijo Lola con una sonrisa traviesa— tienes una buena apariencia.
Le respondí con una sonrisa débil. No sabía qué más decir. Las palabras eran un lujo en mi vida anterior, uno que nunca me había pertenecido. Así que simplemente comí en silencio. Al terminar, Lola tomó la bandeja con delicadeza y se dirigió a la puerta.
—Gracias —dije con un hilo de voz.
Ella me miró y me guiñó un ojo.
—De nada, preciosa.
Cuando se fue, Sarita se acercó.
—Azura, ahora puedes darte un baño. Allí —señaló una puerta en el rincón de la habitación— está la ducha. Hay ropa limpia de tu talla esperándote, y productos de limpieza e higiene personal. Úsalos todos, ¿de acuerdo?
Me quedé inmóvil. Algo dentro de mí se agitó, una vieja sombra de vergüenza y dolor. Nunca me había bañado con productos. Apenas si alguna vez me habían dejado usar agua limpia. Me levanté lentamente, mis piernas todavía algo débiles, y caminé hacia el baño. Pero justo antes de cruzar el umbral, me volteé y miré a Sarita directamente a los ojos.
—¿Me puedes ayudar…? Yo… como era esclava, nunca me bañaba con productos. No sé usarlos.
Sus ojos se llenaron de lágrimas de inmediato. No dijo nada al principio, solo asintió. Pero sus sollozos eran palpables en el aire, como una melodía rota que flotaba entre nosotras.
—Oh, mi niña… —dijo al fin, con voz quebrada.
Entramos juntas al baño. Me quité las ropas viejas, esas que habían sido parte de mi piel por demasiado tiempo. Cuando cayeron al suelo, escuché un jadeo de ella, un sonido que no era de sorpresa, sino de furia contenida. Me giré, y sus ojos, ahora de un naranja brillante, brillaban intensamente.
Era una Beta. Y estaba a punto de perder el control.
—¿Quién te hizo esto? —dijo entre dientes, su voz temblando—. ¿Qué clase de monstruos…? ¡Diosa! Nadie merece esto… nadie tan inocente, tan dulce…
—Saarita… —balbuceé.
—No soy Sarita… soy Dona, su loba. No me tengas miedo, Azura. Yo te voy a cuidar. Siempre.
Una parte de mí quería llorar. Pero no lo hice. Simplemente asentí, y me dejé cuidar.
Me bañó con delicadeza. Cada toque era medido, cuidadoso, como si temiera hacerme daño. Me explicó cada producto que usaba: champú, acondicionador, jabón. Me lavó el cabello con ternura, hasta que sentí la suciedad y el pasado irse por el desagüe. Me talló la piel con una esponja suave, acariciando mis cicatrices con un respeto que me estremecía. No decía nada, pero sus lágrimas caían sin cesar mientras lo hacía.
Cuando terminamos, me miré al espejo.
No reconocí a la chica que me devolvía la mirada.
Mi cabello, negro azabache, brillaba como la noche. Liso, largo, con vida. Mi piel, antes opaca y gris, resplandecía pálida y limpia. Mis ojos azules, que siempre parecían apagados, brillaban como estrellas. Me veía… hermosa. Nunca me había sentido así.
Sarita comenzó a secarme con una toalla suave, y luego me enseñó cómo hacerlo por mí misma. Me ayudó a vestirme con un vestido color cremita clarito, hermoso como una flor recién nacida. Luego me peinó y me enseñó cómo cepillarme los dientes.
—Eres preciosa, Azura. Una verdadera joya —dijo mientras me miraba, con lágrimas en los ojos.
—Gracias, Sarita. Gracias por ser tan gentil… conmigo.
—De nada, cielo. Lo haría una y mil veces más si eso te devuelve un poco de lo que mereces. Pero ahora… —tomó aire— debemos presentarte al Alfa.
Mi corazón se aceleró.
—¿Alfa Grayson…? —pregunté con un nudo en la garganta.
—Sí. Pero no temas, querida. Aquí estás segura. Él no es lo que dicen. Al menos no para los suyos.
Rosaly habló en mi mente, tan suave como el viento:
—Confía, Azura.
Asentí. No porque no tuviera miedo, sino porque por primera vez en mi vida… no estaba sola.







