Subtítulo:
“A veces, el peligro no viene del enemigo, sino de quienes caminan a tu lado.”
La noche se había vuelto interminable. La fogata ardía cada vez más baja, y el silencio que envolvía el campamento era tan espeso que parecía tener peso propio. Nadie dormía, aunque algunos fingían descansar con los ojos cerrados, siempre atentos a los pasos ajenos, a los susurros, al crujir de una rama bajo el pie equivocado.
Kael permanecía de pie, vigilante, con los brazos tensos y la mirada fija en la oscuridad que rodeaba el claro. Su respiración era controlada, pero su interior hervía. Como alfa, debía mantener la calma, debía ser el pilar de todos, pero la presión de no poder confiar ciegamente en ninguno de los suyos comenzaba a desgastarlo.
Ariadna lo observaba desde un rincón, abrazando sus rodillas contra el pecho. El fuego reflejaba destellos dorados en sus ojos, que estaban muy lejos de la calma. Naira se revolvía dentro de ella con impaciencia. “El enemigo está aquí. Lo siento. Ace