Subtítulo:
“Si el amor es una puerta, la voluntad es el cerrojo.”
El eco helado que había recorrido la marca aún vibraba bajo la piel de Ariadna cuando Kael la envolvió con sus brazos. No fue un abrazo desesperado, sino un anclaje: el Alfa sosteniendo a su Luna para que el viento oscuro no la arrancara de sí misma.
—Ya sabemos su nombre —murmuró Kael, la voz baja, grave—. Y sabemos cómo entró.
—Darius —repitió Ariadna, y el brazalete perdido pesó como una culpa antigua—. Si puede volver a tocar esto… puede hacernos dudar, puede rompernos desde adentro.
—No si cerramos la grieta antes de la próxima luna —replicó Kael, levantando la mirada—. Vamos a sellar esto.
Kaleb apareció en el umbral, atento, como si hubiera corrido todo el bosque con los oídos.
—Sentimos el tirón desde la empalizada —dijo—. Jack y Sofía ya montan guardia. Lo que sea que haya intentado, volvió a apagarse… por ahora.
—Necesitamos dos frentes —decidió Kael—. Tú irás con Jack a por el Libro de Sellos donde los ancia