El aire en el territorio parecía haberse espesado, como si la misma naturaleza contuviera la respiración, preparada para un evento que todos sabíamos que llegaría. La manada estaba en vilo, y cada sombra parecía esconder algo más que solo oscuridad. Era como si el bosque mismo se hubiera vuelto cómplice del miedo que nos invadía. Podía sentir esa tensión latente, esa energía cargada que electrizaba la atmósfera y hacía que todos los sentidos se agudizaran.
Las reuniones en el claro se habían vuelto constantes y breves. Nadie quería revelar más de lo necesario, pero todos sabíamos que el peligro era real, cercano, inevitable. Kael se movía entre nosotros con la determinación de un guerrero, pero había algo en su mirada que me inquietaba. Era un filo frío que no había visto en él antes. Algo oscuro, como una sombra oculta bajo la superficie de su implacable control.
Mis hijos corrían por el perímetro, bajo la vigilancia de los guardianes. Ellos todavía no entendían la magnitud de lo que