Sofía apretó los labios al contemplar la escena, parecía como si ella internamente estuviera luchando contra la idea de quitarle a la niña a su madre, de tomarla de regreso a sus brazos, donde estaba segura, de verdad.
—¿Cómo te sientes? —preguntó finalmente viendo a su madre.
Larissa la miró, sus ojos estaban llenos de lágrimas contenidas, quizá un poco de arrepentimiento, o una mala imitación de él.
—Quizá, por todas las cosas horribles que hice, por todo el daño que te hice, quizá por eso el cielo ha decidido castigarme de esta manera. Me queda poco tiempo —susurró con dificultad, como si se ahogara con las palabras—. Mi único deseo, antes de morir, es verte casada, Sofía. No con cualquiera, con alguien que te ame de verdad y pueda cuidarte como mereces… Como yo no pude hacerlo.
Los ojos de Martín se abrieron de par en par, sintiendo que el mundo se detenía alrededor.
—¡¿Casada?! —exclamó con sorpresa, casi atragantándose con su propia saliva— ¡Sofía no debe casarse!
Las miradas de