Martín mantuvo una mano en el volante, con el rostro tranquilo, aunque el aire entre ambos era espeso, cargado de una tensión que ninguno sabía cómo nombrar. Quizá era la repentina enfermedad de Larissa, que claramente era falsa.
Tan falsa como decir que el hijo de Clara era hijo de Miguel.
—Si algún día necesitas fingir un matrimonio con alguien… —dijo de pronto, con una serenidad que no coincidía con la seriedad de sus palabras—, dímelo. No tendría problema en ayudarte, Sofía. Y, esta vez, no estoy bromeando.
Sofía lo miró sorprendida, por unos segundos no pudo responder. No era solo la propuesta lo que la dejaba sin palabras, sino la forma en que la había dicho: sin un ápice de humor, como lo hizo hace unos minutos, sino con una calma casi peligrosa. Bajó la mirada, respirando despacio, intentando entender si eso venía de la compasión o de algo más que no se atrevía a identificar.
—Martín… —murmuró, negando apenas con la cabeza—. No pienso casarme según los planes de mi madre —su v