Los pasos de Sofía resonaron por los pasillos del hospital mientras se dirigía a la habitación en la que estaba Miguel. Apenas cruzó por el pasillo, Clara se acercó a ella con los ojos rojos por las lágrimas e intentaba esconder la marca de su cuello que Dimitri le había generado cuando la estranguló.
Apenas la tuvo en frente, el interior de Sofía se estremeció; reconocía que su hermana no tenía la mejor apariencia de todas y que su aspecto cuidado estaba en el olvido.
—¡Es un desastre, Sofía! —exclamó con un dejo de desesperación. Ella siempre sabía de qué manera actuar gracias a sus tácticas llenas de manipulación. De igual manera, sabía que Sofía era un hueso duro de roer, por lo que debía poner mucho más esfuerzo en su actuación—. ¡Miguel ha estado como loco! —dijo entre sollozos—. Dice que no me reconoce, ni a mí ni a mi hijo. Además, nuestros padres estuvieron aquí y tampoco supo quiénes eran.
Un pesado suspiro escapó de los labios de la joven mamá; sabía que su hermana era capa