Sofía se quedó observando a Miguel por un par de segundos; no estaba segura de haber escuchado correctamente; sin embargo, la respuesta de Miguel no cambió. «Tú eres mi esposa», esa frase se seguía repitiendo en su mente como un bucle.
El ceño de la joven se frunció repentinamente; era una completa estupidez lo que estaba diciendo su exesposo, no había manera en la que él creyera una tontería de esas, a no ser que se hubiera dado un golpe gigantesco en la cabeza.
Las palabras de Clara regresaron a su mente: él estaba como loco.
Sofía dejó escapar un pesado suspiro; no sabía cómo reaccionar o siquiera cómo tomar lo que estaba escuchando. Se sentía como si la vida misma se estuviera burlando de ella en su propia cara, por lo que, antes de actuar impulsivamente, decidió esperar para ver qué pasaba con los exámenes de Miguel o con su estado de confusión.
—¿Que yo soy tu esposa? —susurró con un sutil matiz de ironía—. Creo que estás equivocado. Clara es tu esposa, no yo.
—¿De qué hablas? E