—¿Qué pasó? —preguntó Isabelle, con la voz apenas audible.
Marina levantó la mirada, los ojos rojos, la expresión rota.
—Tu papá… Edward iba camino a casa. El auto… hubo un accidente. Lo trajeron aquí, pero… no lo logró, Isa. No lo logró.
Isabelle se quedó quieta.
Luego se soltó.
El llanto la venció sin resistencia, y se hundió en los brazos de Marina, que la sostuvo como solo una madre puede hacerlo.
James se acercó con respeto, sin invadir.
—Lo siento mucho —dijo, con voz baja, sincera.
Marina se separó un poco de Isabelle, secándose las lágrimas.
—Gracias, James. De verdad.
Él la abrazó con cuidado, como si el gesto pudiera aliviar algo. Luego se giró hacia Isabelle. Ella lo miró, y sin pensarlo, se lanzó a sus brazos.
James la sostuvo con firmeza, sin decir nada.
Solo la dejó llorar.
Un médico se acercó a Marina con una carpeta en la mano.
—Señora, necesitamos que firme los documentos para la entrega del cuerpo.
Marina asintió, acarició el brazo de Isabelle y se