La luz de la mañana se filtraba con suavidad por las cortinas de la habitación principal en Belvedere Hill. Era sábado, y el silencio en la casa tenía ese ritmo lento que solo los fines de semana conocen. Isabelle se despertó antes que el sol terminara de elevarse. No se detuvo a mirar el reloj. Se levantó con una sensación que ya no podía ignorar.
Fue directamente al baño.
Al salir, James aún dormía, con el rostro relajado y el torso descubierto entre las sábanas. Isabelle comenzó a vestirse con movimientos silenciosos, pero al abrocharse la blusa, escuchó su voz ronca detrás de ella.
—¿A dónde vas tan temprano?
Isabelle se giró, sonriendo.
—Saldré con Lucie. Solo un rato.
James se incorporó un poco, apoyándose en los codos.
—Disfruta. Te lo mereces.
Isabelle se acercó a la cama, se inclinó y le dio un beso lento.
—Te veo después.
James cerró los ojos de nuevo, y ella salió de la habitación.
Lucie ya la esperaba en la entrada, con gafas de sol y una chaqueta lig