La tarde en Springhill avanzaba con lentitud. El funeral había dejado una calma pesada en la casa de los Lowell, como si el aire mismo respetara el duelo. Isabelle permanecía cerca del ventanal, mirando sin mirar, con los ojos perdidos en el gris del cielo.
Jonathan y Vivianne se acercaron con discreción. Él con las manos en los bolsillos, ella con una expresión serena pero atenta.
—Isa —dijo Jonathan, con voz baja—. Te vimos muy cerca de James.
Isabelle giró hacia ellos, sin sorpresa.
—No fue nada inapropiado.
—Lo sabemos —intervino Vivianne, con suavidad—. Pero en momentos como este, los gestos pueden malinterpretarse. Y tú sabes cómo es este mundo… no perdona lo que no entiende.
Jonathan asintió, luego le acarició el hombro con delicadeza.
—Solo ten cuidado. Por ti. Por todos.
Y se alejó, dejándolas solas.
Vivianne se quedó junto a Isabelle, en silencio.
Hasta que Isabelle habló.
—No amo a Noah.
Vivianne no se sorprendió. Solo la miró con ternura.
—A vece