El restaurante *La Dorée*, uno de los más exclusivos de York, era todo lo que se esperaba: luz tenue, columnas blancas, música instrumental francesa flotando en el aire como perfume elegante. Isabelle estaba sentada en una mesa junto a las ventanas, fingiendo elegir entre los postres mientras sus emociones se acomodaban en los pliegues de su vestido.
A su lado, las dos amigas que habían llegado desde Francia esa mañana la rodeaban con entusiasmo.
—¡J’adore cette ville! —exclamó Camille Morel, con su melena rojiza recogida y lentes redondos—. Y no puedo creer que nuestra Isa vaya a casarse y vivir en esa mansión maravillosa. ¿Ya te imaginas el vestido?
—Yo sí puedo —añadió Lucie Durant, la más vibrante del trío, con voz traviesa—. Uno de esos con cola larga y cristales. Tendría que ser algo digno del apellido Moore.
Isabelle sonrió apenas.
—Todavía no está decidido el diseño… hay otras cosas que pensar.
Camille entrecerró los ojos, tomando un sorbo de café.
—No suenas ent