Inicio / Romance / ENTRE EL AMOR Y LA TRAICION / Capítulo 7 Una gran esposa
Capítulo 7 Una gran esposa

 

Zeynep seguía perdida en sus pensamientos, sentada aún en el borde del sofá, cuando el timbre del teléfono del apartamento sonó de repente, interrumpiendo el silencio que la envolvía. Su corazón dio un vuelco. Durante un instante dudó si contestar o no; estaba tan alterada que hasta su propia voz temía delatarla.

Se levantó con lentitud, secándose disimuladamente los ojos antes de acercarse al aparato. Tomó el auricular con manos temblorosas y respiró profundo antes de hablar.

—¿Alo?

La voz al otro lado le resultó inmediatamente familiar, cálida y paternal.

—Hola, hija.

Zeynep tragó saliva. Ese “hija” le llegó directo al alma, porque para ella Baruk no era solo su suegro, era mucho más: era el hombre que había cuidado de ella cuando la vida la dejó huérfana. Sus padres habían muerto cuando aún era joven, y desde entonces Baruk había cumplido la promesa hecha a su mejor amigo: hacerse cargo de esa niña y garantizarle un futuro digno.

—Hola, padrino… —respondió con un hilo de voz.

Intentó sonar tranquila, pero había un leve temblor que no pudo ocultar.

—Hija, acabo de llegar a la casa y me di cuenta de que aún no sabía nada de ti —dijo Baruk con tono sereno, casi protector—. Se me olvidó llamarte antes, lo siento.

Zeynep se mordió el labio inferior. Por un segundo pensó en contarle lo que estaba ocurriendo, pero no. No podía preocuparlo, no podía cargarlo con sus dolores. Al contrario, debía mostrarse fuerte, como la esposa ejemplar que todos esperaban que fuera.

—No se preocupe, padrino —contestó con una sonrisa forzada que intentó reflejar en su voz—. Yo también había olvidado llamarlos, lo siento mucho. Recién me estaba acomodando aquí…

—¿Y Kerim? —preguntó Baruk con naturalidad.

El corazón de Zeynep se detuvo un segundo. No podía decirle la verdad: que Kerim había salido tras de esa mujer, desesperado por no perderla. Su instinto le ordenaba protegerlo, incluso cuando él la había herido.

—Salió hace un rato —improvisó—. Fue a comprar algunas cosas… ya saben, detalles del apartamento.

Hubo un breve silencio en la línea. Baruk pareció aceptar su respuesta sin sospechar nada.

—Está bien, hija. Solo quería saber cómo estabas, asegurarme de que todo marchara bien. Descansa, te veremos pronto.

—Gracias, padrino… Adiós.

—Adiós, hija.

Zeynep colgó lentamente el auricular y se quedó allí, apoyada contra la mesa, respirando con dificultad. Un suspiro profundo escapó de sus labios, cargado de la angustia de haber tenido que mentirle al único hombre que había estado siempre a su lado.

Mientras tanto, en la mansión Seller, la familia estaba reunida en la sala principal. Baruk se encontraba acompañado de su esposa, Selin, y de su nuera Azra, que observaba la escena con atención. La conversación, inevitablemente, giraba en torno a Zeynep.

—Esa muchacha… —comentó Selin mientras sostenía una taza de té—. Se le nota en los ojos, Baruk. Ella está muy enamorada de nuestro hijo.

Baruk asintió despacio, con gesto reflexivo.

—Lo sé, Selin. Zeynep siempre lo estuvo… desde pequeña. Era el deseo de su padre y mío que ella y Kerim unieran sus caminos. Y puedo asegurarte que ella será una gran esposa para él.

Azra, que hasta el momento se había mantenido callada, levantó la mirada y entrelazó las manos sobre su regazo.

—Sí… al menos sabemos que ella está enamorada de Kerim —dijo con cierta ironía contenida—. Pero… ¿Y Kerim? ¿Estará él enamorado de ella?

La pregunta quedó flotando en el aire como una daga invisible. Selin y Baruk se miraron en silencio, sin atreverse a responder. En sus rostros había una mezcla de preocupación y duda.

Finalmente, Selin bajó la vista, evitando prolongar el tema, mientras Baruk apretaba los labios con gesto serio. Ninguno de los dos pronunció palabra, porque ambos sabían que, en el fondo, la respuesta era incierta y dolorosa.

La tarde avanzaba en la mansión Seller, y la conversación seguía girando en torno a Zeynep. El ambiente, aunque tranquilo en apariencia, tenía un trasfondo cargado de juicios silenciosos.

De pronto, Azra, que hasta entonces parecía pensativa, habló con un tono que cortó el aire como un cuchillo:

—Díganme una cosa… ¿Están seguros de que Zeynep está realmente enamorada de Kerim? ¿O más bien de su dinero?

Las palabras resonaron en la sala como un eco que se negaba a apagarse. Selin la miró con sorpresa, mientras Baruk, que sostenía su taza de té, se detuvo justo antes de beber. Sus cejas se arquearon y repitió lentamente, como si quisiera asegurarse de no haber escuchado mal:

—¿Acaso escuché bien, Azra? ¿O mis oídos me están fallando?

Apoyó la taza con cuidado sobre la mesa; su mirada se endureció, penetrante, fija en ella.

—¿Acabas de insinuar —continuó— que Zeynep se casó con mi hijo por dinero?

El silencio fue inmediato. Selin abrió la boca para hablar, pero Azra ya se había incorporado un poco en su asiento, molesta porque sintió que la estaban atacando.

—No lo estoy insinuando, Baruk —replicó con firmeza—. Solo digo lo que pienso. No me parece sincera… Hay algo en ella que simplemente no me da confianza.

Los ojos de Selin se agrandaron, y con voz serena pero firme intervino:

—Ya basta, Azra. No exageres. ¿Por qué hablas así de Zeynep? ¿Acaso esa chica te ha hecho algo?

Azra apretó los labios y desvió la mirada, como si buscara las palabras correctas. Finalmente, suspiró y confesó:

—La verdad… no. No me ha hecho nada. Pero no me cae bien. Es algo que siento, no puedo evitarlo. Hay algo en ella que no me gusta, aunque no sepa explicar exactamente qué.

Baruk se recostó hacia atrás en el sillón, observando a Azra con una mezcla de decepción y molestia. Su voz sonó grave, paternal y autoritaria:

—Azra, cuidado con lo que dices. No puedes juzgar a alguien solo por un presentimiento. Zeynep ha sufrido mucho en su vida, y yo la conozco desde que era una niña. Te aseguro que su amor por Kerim no es un simple interés material.

Selin asintió en silencio, apoyando las palabras de su esposo. Pero Azra, aunque calló, no cambió su expresión. Sus ojos oscuros permanecieron cargados de desconfianza, como si hubiera visto algo que los demás no querían aceptar.

El ambiente en la sala se tensó. La conversación había dejado una grieta, una duda sembrada en medio de la familia, y aunque Baruk intentaba mantener la calma, sabía que aquellas palabras podrían convertirse en un veneno peligroso para la paz de todos.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP