Capítulo 8 Es un amigo

 

Zeynep estaba sentada en el sofá. Miró a su alrededor: por fin había terminado de organizar el apartamento. Se abrazó a sí misma, encogiendo las rodillas contra el pecho, sumida en la incertidumbre sobre la decisión que tomaría Kerim. Una lágrima rodó por su mejilla. No pudo evitarlo. Se sentía sola y traicionada: el hombre a quien amaba se había ido detrás de otra mujer.

Recordó la noche de bodas, cuando Kerim la dejó sola en aquella habitación. No pudo dormir en toda la noche, esperando que él regresara… pero nunca lo hizo.

Sin darse cuenta, Zeynep se quedó dormida en el sofá. Varias horas más tarde, despertó sobresaltada; todo estaba oscuro. Se levantó de inmediato y encendió las luces.

Mientras tanto, en otro lugar, Kerim estaba en el apartamento de Asra. La estaba esperando y ya se había tomado unas cuantas copas de vino. El ambiente olía a soledad y resignación.

Asra llegó a su apartamento, los ojos enrojecidos por el llanto. Al entrar, encontró a Kerim sentado en el sofá. Lo miró, conteniendo las lágrimas, dejó su cartera sobre el sofá y escuchó su voz ronca y apesadumbrada.

—Te busqué en todos lados, Asra —dijo Kerim, levantándose lentamente—. Fui a casa de tu amigo, incluso a la cafetería. Cuando no te encontré, decidí esperarte aquí. Tenía que verte.

Asra se sentó en el sofá, evitando mirarlo directamente. Se notaba herida y cansada.

—¿Y para qué querías verme, Kerim? ¿Para seguir mintiéndome? —preguntó, con la voz quebrada.

Kerim se acercó y se sentó a su lado, intentando tocarle la mano.

—Asra, ¿podemos hablar? ¿Estás más tranquila? —preguntó en voz baja, buscando su mirada.

Ella apartó su mano de inmediato, con un gesto brusco.

—No quiero hablar, Kerim. Mejor lárgate. Y devuélveme la maldita llave de mi apartamento. Ya no tienes nada que hacer aquí.

—Por favor, Asra, escucha lo que tengo que decir antes de echarme —suplicó Kerim, su voz temblando.

—No tienes nada que decirme, Kerim. Lo único que quiero es que te vayas. Ya me hiciste suficiente daño.

Kerim la miró desesperado.

—Solo necesito que me escuches. Sé que no estuvo bien no decirte la verdad, pero créeme, todo esto… no es importante para mí. Yo no la amo.

Asra lo miró a los ojos, con lágrimas desbordando.

—¿No la amas? Entonces, ¿por qué te casaste con ella, Kerim? ¿Por qué me hiciste esto? —su voz era apenas un susurro, cargado de dolor.

Kerim bajó la cabeza, avergonzado. Se frotó las manos, nervioso.

—Mi padre le hizo una promesa a su mejor amigo —comenzó a explicar, con voz apagada—. Prometió que casaría a una de sus hijas conmigo. Ellos eran muy pobres, vivían en un pueblo. Yo los visité algunas veces cuando era niño, porque mi padre siempre recordaba esa promesa…

Hizo una pausa y respiró hondo antes de continuar.

—Los padres de Zeynep murieron, y cuando llegué de viaje, mi madre me contó lo que mi padre había planeado. No pude negarme. Si lo hacía, me quitaría todo, incluso la ayuda para mis estudios. Por eso acepté… pero ahora ella está aquí y yo… no sé qué hacer.

Asra lo miró fijamente, con el rostro bañado en lágrimas.

—Kerim, mírame —dijo con voz trémula—. Renuncia a todo. Quédate conmigo. Podemos vivir aquí, juntos. Pero primero, divórciate de ella, lo antes posible.

Kerim sostuvo su mirada. El silencio entre ambos se hizo denso, lleno de emociones reprimidas. Finalmente, Kerim suspiró, derrotado.

—Lo siento, Asra… No puedo hacerlo. Si lo hago, mi padre me quitará toda la ayuda. No puedo permitírmelo, no ahora.

—¿Y yo, Kerim? ¿No importo yo? —susurró Asra, herida—. ¿No importa lo que siento?

—Por favor, entiéndeme. Siempre lo has hecho. Siempre me has apoyado. ¿Por qué no puedes entenderme ahora? —pidió él, acercándose más.

Asra rompió en llanto, tapándose el rostro con las manos.

—Kerim… yo te amo. Aunque sé que debería odiarte, no puedo dejar de amarte —confesó, su voz apenas audible.

Con las manos temblorosas, buscó en su cartera la prueba de embarazo que guardaba, pero Kerim la interrumpió, sin notar lo que ella intentaba hacer.

—Lo siento, Asra… Sé que te he causado mucho dolor, pero no puedo quedarme aquí contigo. No quiero darle una mala noticia a mi padre. Solo déjame estar aquí, un rato más, contigo. Solo quiero sentir que todo está bien, aunque sea por un momento. ¿Puedes hacerlo por mí?

Asra lo miró, el corazón en pedazos.

—No, Kerim. No te mereces eso, ni yo tampoco. Mejor lárgate de mi vida de una vez. Ve… tu querida esposa debe estar esperándote.

Kerim se levantó de golpe, la furia y el dolor reflejados en su rostro.

—¡Asra, no me hagas esto! No me eches de tu vida…

Asra lo interrumpió, firme.

—Ya tomé una decisión. Ahora lárgate.

En ese instante, abrió la puerta con brusquedad. Al hacerlo, alguien apareció en el umbral. Kerim lo miró sorprendido y con el ceño fruncido.

—¿Y este hombre? —preguntó, lleno de celos y rabia.

El recién llegado entró con seguridad, sonriendo de forma ambigua.

—Al parecer, llegué en mal momento… —comentó, mirando la escena con interés.

Asra se puso nerviosa, intentando mantener la compostura.

—Él… él es un amigo —dijo, desviando la mirada.

Kerim apretó los dientes, cada vez más alterado.

—¿Un amigo? ¿Y entra así como si nada a tu apartamento? —espetó, sin ocultar su enojo.

—¡Basta, Kerim! Ya no tienes derecho a cuestionar mi vida. Lárgate, por favor. Vete de una vez —replicó Asra, levantando la voz por primera vez.

Kerim la miró, sus ojos llenos de rabia y tristeza.

—Si me voy ahora, te juro que no me volverás a ver nunca más —amenazó, la voz quebrada.

El silencio se hizo pesado. Asra lo miró, pero no vaciló.

—Vete, Kerim. Igual pensabas irte algún día… pensabas dejarme. ¿Cuál es la diferencia?

Kerim la observó por última vez, sintiendo cómo algo se rompía dentro de él. Sus labios se entreabrieron, como si quisiera decir algo más, pero ninguna palabra salió. Finalmente, giró sobre sus pasos y salió, dejando atrás el eco de la puerta al cerrarse con fuerza.

El corazón de Asra latía con violencia. Se apoyó en la pared, intentando contener el llanto, mientras aquel hombre, que aún seguía en la sala, la miraba en silencio, testigo de su dolor.

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