📍 Villa Leone — Anochecer
La cena se apagó entre risas forzadas y la tranquilidad que solo una casa que ha sobrevivido sabe fingir. Las velas en la mesa perfumaban el aire con naranja y canela. Los niños, arropados en brazos confiados, dormían como rehenes de una paz conseguida a pulso.
Greco se movía por la sala con la calma cortada, hablando con Morózov en voz baja sobre cierres de rutas y vigilancias remotas. Sus planes eran de hierro: cortar comunicaciones, sembrar desinformación, asegurar rutas de escape. No reparó en la mirada de Arianna cuando ella le ofreció su sonrisa medida —la sonrisa de siempre— antes de retirarse al jardín.
Afuera, la noche olía a tierra mojada. Arianna caminó hasta la fuente donde la luna se reflejaba, y la brisa le jugó con los mechones del pelo. Su frente aún ardía por el golpe en el teatro; la cicatriz era un mapa nuevo que le recordaba lo cerca que la muerte había estado de ser su final. No quiso contarlo a Greco. No quiso que su hombre se llenara d