C150: Perdóneme la vida.
Askeladd y Ragnar no dudaron ni un instante en atribuir a Milord el ataque en la frontera sur. No había lugar a confusión: la firma del enemigo estaba allí, marcada en el caos y en la violencia. Sin embargo, esta vez Askeladd percibió algo que lo inquietó. Los dos primeros ataques que habían sacudido a Sterulia, aunque cargados de brutalidad, habían sido ejecutados con una precisión meticulosa. Se notaba la mano de una estrategia pensada con cuidado, como si alguien con cierta inteligencia hubiese intervenido para dar forma a los planes de Milord. Aunque Askeladd despreciaba profundamente al rey rival —lo consideraba un hombre débil, incompetente y fanfarrón—, no podía negar que debía contar con asesores o consejeros capaces, personas que suplían con astucia lo que él carecía en liderazgo y visión.
Pero lo ocurrido aquella noche fue distinto. Askeladd comprendió que la naturaleza del ataque carecía de la estructura de los anteriores. Era un movimiento descuidado, tosco, carente de la