C164: Mi mate y la futura reina.
Después de semanas de incansable dedicación, Azucena había llevado su compromiso con la sanación al límite. Día tras día, se entregaba por completo a curar a los enfermos, a aliviar heridas y a brindar alivio a quienes sufrían, hasta que finalmente su cuerpo no pudo más y se desvaneció de agotamiento.
Su colapso alertó de inmediato a Askeladd, quien, preocupado y sobresaltado, ordenó que el médico real acudiera sin demora para examinarla y asegurarse de que nada grave estuviera ocurriendo. Mientras el médico evaluaba su estado, Askeladd, con la preocupación y autoridad que lo caracterizaba, no dudó en dar su punto de vista.
—Te dije que te estabas sobrepasando, Azucena. Apoyo que uses tu don para sanar, pero esto… esto es demasiado. Está poniendo en riesgo tu salud —en ese momento, dirigió la vista al médico—. Por favor, dile que guarde reposo, que no se esfuerce tanto.
—Pero sabes que me gusta hacer esto —replicó la loba—. No quiero quedarme encerrada en el gran pabellón otra vez, si