Ninguno de los dos pronunció palabra alguna. El silencio que los envolvía era absoluto, como si el mundo entero hubiera dejado de existir por un instante. Ambos estaban demasiado absortos, demasiado impactados, intentando procesar lo que acababan de descubrir: que se habían encontrado con su mate, su compañero destinado. Ese aroma único, esa esencia que solo podía percibirse entre almas gemelas, los había golpeado con una fuerza inesperada. Sus corazones latían desbocados, sus sentidos estaban en alerta máxima, y por un momento, parecía que todo lo demás desaparecía.
Pero esa concentración en su vínculo, en el aroma que los había marcado como compañeros, abrió una grieta en su atención. Askeladd estaba completamente absorbido por la sensación de tener a su mate frente a él, por el perfume único que emanaba de Azucena, por esa certeza que hasta ahora había estado bloqueada por fuerzas externas. Estaba distraído, sumido en ese trance, olvidando por completo el peligro que los rodeaba, l