C161: No he venido para premiarte.

Al llegar a Askeladd, Azucena se puso de rodillas y se inclinó hacia él.

—Mi señor… mi señor, por favor… por favor, resista. Estoy aquí y lo voy a curar. No se preocupe, lo voy a sanar.

Sus manos se posaron sobre las heridas de Askeladd, y lentamente comenzó a canalizar su don. Primero, la pata que Milord le había arrancado empezó a regenerarse, con el tejido formándose y fortaleciéndose con un brillo de energía pura que emanaba de Azucena. Luego, continuó con todas las demás heridas que Askeladd había sufrido durante la pelea: cortes, contusiones, fracturas.

Su energía se expandía, cálida y luminosa, penetrando cada fibra de su cuerpo, devolviéndole fuerza y vitalidad. Más aún, al reconocer que Askeladd era su mate, Azucena compartió también su propia energía vital, reforzando su recuperación, asegurándose de que recuperara no solo su cuerpo, sino también la fuerza necesaria para levantarse y continuar.

Cuando terminó, Azucena tambaleó ligeramente; la concentración y el gasto de su p
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