Martín miró a la abuela con sorpresa, mientras Clío se quedaba inmóvil, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Estaba segura de que su madre había dicho que viajaba a Francia a cada rato.
—Ella me contó que había estado viviendo en Francia un tiempo de joven —dijo, mirando a su abuela, quien negó con la cabeza y aseguró con firmeza: —No, esa era tu tía Lidia. —¿Lidia? —exclamó de pronto Martín—. ¡Oh, por Dios, mi suegra! ¡Ella lleva años engañándome! ¿Cuándo fue que ella se apareció ante usted? La abuela respiró profundamente y se acomodó en la silla, como si aquella conversación removiera memorias que prefería mantener enterradas. Por un instante, nadie habló. El silencio era tan intenso que Clío pod&iacut