Ella resopló.
—Claro que no. Eso sería… primitivo.
—Ava… —él se inclinó hasta quedar con el rostro a centímetros del suyo—. ¿Fue por la alumna?
—No es… no es exactamente eso…
—Sí fue. Te pusiste celosa, ¿verdad? Apuesto a que te imaginaste cosas, ¿no?
—Gabriel…
—Vamos, admítelo. Te dio celos verla mirarme así, ¿no? Imaginaste que me llamaba profesor… con ese tono indecente.
Ava cruzó los brazos, irritada, aunque su mirada la delataba.
—Tal vez se haya generado un pequeño… desequilibrio emocional —murmuró, casi para sí misma.
—Ay, Ava… dilo de una vez. Te pusiste celosa, y será liberador.
Rendida, cubriéndose el rostro con las manos, soltó:
—¡Está bien! —murmuró entre dientes—. Sentí celos. De tu alumna. Esa… rubia con voz de comercial de perfume. Qué humillación.
Gabriel sonrió, con una sonrisa lenta, deliciosa.
—Ahhh, la doctora sintió celos de la Barbie. Ahora sí, tenemos un caso real. Qué placer escuchar eso de la doctora heladita.
Ella lo miró entrecerrando los ojos, con los brazo