Después de la ducha, se envolvió en la toalla, sosteniendo las prendas con una mirada crítica.
—Esto es ridículo. Es… puro teatro. —Pero, con el celular en la mano, tomó una foto de las dos piezas de lencería sobre la cama. La iluminación había quedado perfecta, tuvo que admitirlo. Envió la imagen a Gabriel con la leyenda:
“Elige una.”
Apenas la envió, soltó un pequeño grito ahogado, lanzó el celular sobre la cama y se tapó la cara.
—¿Qué acabo de hacer? ¡La mandé! ¡La mandé de verdad! —Caminaba de un lado al otro—. Va a reírse… o peor, va a pensar que me secuestraron y alguien tomó mi teléfono.
Mientras tanto, en el apartamento de Gabriel, él acababa de salir del baño cuando desbloqueó el móvil. Al ver el mensaje, abrió los ojos de par en par.
Se quedó quieto por unos segundos, mirando la pantalla como si estuviera viendo una alucinación.
—¿Ava? —susurró, incrédulo—. ¿Esto es una trampa? ¿Un test?
Releyó la frase. La foto. La frase otra vez.
Y entonces sonrió. Una sonrisa amplia, sor