48. LLORANDO ENTRE SUS BRAZOS
ODETH
Estoy nerviosa.
La reunión acaba de comenzar y supera por mucho la elegancia de cualquier otra a la que he servido. Los invitados comparten esa misma impresión: no dejan de comentar los uniformes de las empleadas, la iluminación mágica del jardín, los detalles que parecen sacados de un sueño. Todos creen que son ideas de la duquesa… pero yo sé la verdad. Es Cielo. Esa bruja siempre encuentra la forma de transformar lo común en algo inolvidable.
Cada vez me resulta más difícil distinguir a quién tengo delante. La duquesa Elizabeth ya no es la dama temerosa y frágil de antes. Ahora es fuerte, segura, con un brillo nuevo en los ojos. A veces pienso que Cielo la devora poco a poco, pero en cierta forma me alegra. La vida le sabe menos amarga, y se permite momentos de verdadera felicidad. Antes todo en ella era gris.
Para esta noche mis instrucciones fueron claras: debo permanecer atenta para apoyar en la dirección del personal si algo se sale de control. Pero, sobre todo, debo obser